Oración en Honduras por los miles de migrantes que salen del país

Mientras Honduras ve nuevamente a sus ciudadanos emigrar en forma masiva, Gilberta Cacho Álvarez viene a la conmemoración anual de la virgen de Suyapa a pedir a la patrona de los hondureños por su hija, que como muchos dejó el país en una caravana.

Al igual que ella, cerca de dos millones de hondureños concurren una vez al año a la imponente basílica de la virgen de Suyapa, al este de Tegucigalpa, durante diez días de celebraciones que culminan el 3 de febrero, día de la Patrona de Honduras.

En una ola de relevos, los feligreses llegan en excursiones desde los 18 departamentos del país, con una gran devoción para asistir a las misas y demás oficios religiosos de esta ceremonia católica.

En los alrededores del templo, se instalan negocios de comida, ropa y calzado, así como tiendas de campaña levantadas por los militares y el gobierno para atender a los asistentes con brigadas médicas y de alimentación.

Este año se celebra el 273 aniversario del hallazgo de la «Morenita», una estatuilla de madera de la virgen, por un campesino en la montaña del Piliguin, este de la capital, en 1747.

Gilberta, una afrohondureña garífuna de 63 años, recorrió unos 600 km, desde el municipio de Iriona, departamento de Colón, en una excursión con otros miembros de ese grupo étnico del Caribe centroamericano integrado por descendientes de negros e indios caribes.

Vestidos con coloridos atuendos y acompañados de un bullicioso grupo musical a base de tambores, los garífunos amenizaron el ambiente en el templo católico.

Oraciones por los migrantes

«Mi hija Neydi [de 29 años] se fue con sus tres hijos varones [5, 8 y 14 años] en una de las caravanas para Estados Unidos, pero no pudo pasar y se quedó en México», lamenta la mujer sentada en el atrio de la iglesia. «Tengo que pedirle a la virgen por ella y por mi hijo», un médico desempleado, enfatiza.

Desde octubre del 2018, miles de hondureños han partido en caravanas con intenciones de buscar mejores condiciones de vida, principalmente en Estados Unidos.

Las olas migratorias provocaron la irritación del presidente Donald Trump, quien desplegó miles de soldados para reforzar la guardia fronteriza y logró que el gobierno de México ayudara a frenar el flujo de migrantes indocumentados hacia el norte.

Las caravanas se habían detenido desde el primer trimestre del 2019 pero una nueva de unos 3,000 hondureños salió el 15 de enero desde San Pedo Sula, la segunda ciudad el país, y otra de unas 200 personas partió el pasado viernes. 

En su gran mayoría los migrantes alegan que huyen del desempleo y la violencia de los narcotraficantes y pandilleros.

Para el caso, Gilberta deplora que su hijo Froylán Figueroa, de 28 años, «no ha podido conseguir trabajo» desde hace unos cuatro años, cuando regresó graduado de médico en La Habana.

«Hay pocas oportunidades hasta para los médicos aquí y hay mucha pobreza. En nuestra comunidades vivimos de cultivar la tierra y ahora los terratenientes nos quieren robar los territorios», se queja Gilberta.

Asegura que muchos miembros de las comunidades originarias han huido en las caravanas porque los terratenientes les quitaron las tierras para sembrar palma africana.

Paz y trabajo

Otros piden por el cese de la violencia criminal en un país donde sangrientas pandillas y narcotraficantes dominan vastas zonas del territorio y la tasa de homicidios, según observadores, se incrementará en 2019 a 42 por cada 100,000 habitantes, unas siete veces el promedio mundial.

«Nosotros venimos a pedir a la virgen que haya paz porque [en Honduras] hay mucha violencia, los jóvenes no tienen trabajo y se tiran a robar y matar, a formar pandillas», dijo a la AFP Lourdes Amador, una indígena lenca de 41 años, quien llegó desde la comunidad de La Paz, 50 km al norte de Tegucigalpa.

También «pedimos por la salud, que no vengan esas enfermedades a Honduras», dijo a su lado Doris Suazo, de 50 años, en referencia a la alerta mundial por el nuevo coronavirus que ha dejado más de 300 muertos en China.

«Si llega a venir esa enfermedad nos mata a todos los hondureños», complementa Lourdes. «Aquí hay mucha pobreza por la corrupción del gobierno, del Congreso. Hay que orar para que Dios pueda tratar con esas personas» y se preocupen con la gente, abogó Doris.

Para Lourdes son 20 años acudiendo a rendir homenaje a la virgen de Suyapa.

«La primera vez que vine traía a mi hijo en el vientre y él ahora tiene 20 años», afirma señalando a su hijo Marvin Geovany Suazo, quien descansaba en una colchoneta dentro de una de las tiendas de campaña.

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