Las autoridades sanitarias de Nueva Zelanda han elevado a 10 los casos de COVID-19 vinculados al último brote, que ha llevado al Gobierno de Jacinda Ardern a imponer un nuevo confinamiento de tres días a nivel general y de siete en el caso de Auckland, epicentro de la alerta.
El martes, el Gobierno confirmó el primer contagio comunitario en casi seis meses, lo que activó una vigilancia que ha permitido localizar hasta este miércoles por la tarde nueve casos más. Los expertos estiman que entre 50 y 120 personas podrían estar contagiadas antes del confinamiento.
«Esperamos más casos», reconoció Ardern ante los medios, teniendo en cuenta por ejemplo que uno de los últimos positivos confirmados, un estudiante australiano, estuvo en un acto con más de 80 personas cuando teóricamente ya se había contagiado.
Mascarillas
Las autoridades han puesto bajo aviso varios lugares públicos, entre ellos bares y restaurantes, una iglesia y varios supermercados. Para evitar posibles contagios en lugares concurridos o poco ventilados, el Gobierno ha recuperado la obligatoriedad de las mascarillas en tiendas, farmacias, gasolineras, centros médicos, estaciones de transporte, aviones o taxis.
En Nueva Gales del Sur, de hecho, se han confirmado este miércoles 633 casos de COVID-19 de transmisión local en las últimas 24 horas, un nivel nunca visto desde que comenzó la pandemia. La ciudad más poblada de este estado, Sídney, lleva más de siete semanas sometida a un estricto confinamiento que no termina de aplacar los contagios.
Tanto Australia como Nueva Zelanda comparten un éxito común en las primeras fases de la pandemia, cuando lograron contener la expansión del virus a costa de adoptar pronto medidas drásticas. En territorio australiano se han confirmado más de 40,000 casos –hay más de 25 millones de habitantes-– y, en el caso de Nueva Zelanda –cinco millones de habitantes–, la cifra es menor a 2,600.
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