Las apariencias engañan, pero la realidad sigue siendo que tenemos a la misma clase política, algunos la llaman vieja, pero es una clase política que se ha desarrollado acorde al contexto de nuestra sociedad, y para que la denominada clase política cambie, debe modificar el sistema, un sistema en el que los ciudadanos nos involucremos y conozcamos cómo funciona nuestro aparato estatal, que quienes conozcan los problemas asuman el reto de solucionarlos ocupando cargos públicos, y que se recupere la confianza en que el gasto público se realiza bajo el fin del bien común, entonces podremos decir que existe una nueva política, cuando se haya dejado atrás el paradigma de que no podemos hacer nada para cambiarlo, y que asumamos la corresponsabilidad de cambiar lo que no nos gusta, porque nos indigna o porque simplemente debe de promoverse lo correcto. Aclarando no es que tengamos a los políticos que merecemos, porque existen muchos guatemaltecos honrados y trabajadores que son quienes mantienen a nuestro país activo, pero tenemos a políticos que reflejan la falta de interés e involucramiento de esos guatemaltecos honrados, y procesos que no se logran institucionalizar por falta de voluntad política, lo que ha contribuido al debilitamiento del sistema.
La nueva política no se puede hacer por decreto o bien por el cambio de autoridades, requiere más que un cambio de gobierno para crear una dinámica que se ha desarrollado por años, donde el sistema político se ha caracterizado por prácticas clientelares de partidos políticos que, lejos de representar las necesidades de la población, han sido instrumentos para acceder al poder, y que una vez están en el poder deben rendir cuentas a quienes les brindaron apoyo para llegar a donde están, o bien, quienes llegan al poder acaparan cargos importantes de todo el aparato estatal para proteger las malas prácticas, lo que estamos viviendo hoy con los casos de corrupción presentados por el Ministerio Público y CICIG.
Entonces no podemos esperar que la política guatemalteca cambie porque así lo dice el nuevo gobierno, pero sí es válido que se evaluén esas malas prácticas para atacarlas y trabajar para acabar con ellas. Lo que todo guatemalteco desea es que todo cambie, porque se quiere empezar de nuevo, pero la realidad es que debemos de atacar todo desde una perspectiva sistémica, todo no va a cambiar si no hacemos nada, pero sí vamos a cambiar si empezamos a trabajar en nuestras debilidades, para promover cambios parciales y alcanzar un cambio.
La política, según la concepción de Aristóteles, es la actividad humana tendente a gobernar o dirigir la acción del estado en beneficio de la sociedad y el proceso y actividad orientada, ideológicamente, a la toma de decisiones de un grupo para la consecución de unos objetivos, esto evidencia que la política es una; es decir, debe estar enfocada en un propósito y con las decisiones alcanzar los objetivos, podrá ser válido que se piense en el vieja política cuando se hayan generado cambios sustanciales para atacar esas malas prácticas y que los resultados de esas orienten a nuevos escenarios, una nueva política como el reencauce, lo que debe ser, para esto se requiere que los gobernantes definan objetivos claros y que trabajen sobre ellos para solucionar los problemas de país, no que alerten sobre los planes que piensan implementar, pero que no hacen realidad.
No debemos dejar engañarnos por palabras, debemos exigir acciones concretas que evidencien que esas prácticas ya no se repiten, pero en la actualizada hemos visto micho de lo mismo, muchas promesas y pocos resultados, nadie dice que es una tarea fácil o que cualquiera pueda estar preparado para asumirla, eso no justifica. Quizá puede repetirse hasta al cansancio que los guatemaltecos necesitan involucrarse y encontrar los canales para ser escuchados, el esfuerzo y perseverancia deben estar siempre presente porque la Guatemala profunda lo agradecerá cuando se empiecen a dar los frutos.