Los franceses se manifiestan nuevamente este martes para mantener la presión sobre el gobierno, que el miércoles publicará su controvertida reforma de las pensiones, en medio de una fuerte huelga de transportes que cumple seis días y paraliza parte del país.
Desde el alba, miles de personas iban caminando a sus lugares de trabajo en París, la ciudad más afectada por la huelga de metro y trenes suburbanos.
Nueve de las 16 líneas de metro seguían cerradas, por sexto día consecutivo, mientras que apenas un cuarto de los autobuses estaban en servicio, menos de lo previsto, debido a piquetes que bloquean las salidas en las terminales.
Los trenes suburbanos circulaban también a cuentagotas, por lo que muchos usuarios se volcaron a sus coches, creando cientos de kilómetros de atascos en los accesos a la capital desde las primeras horas de la mañana.
«Salimos a las 06H00 de la mañana para evitar los atascos pero ha sido imposible… En 30 minutos hemos avanzado apenas 5 kilómetros», dijo a la AFP Petra Osuna, residente en Vitry, un suburbio al sur de París, que salió en auto con su marido.
En las estaciones ferroviarias la situación era también confusa. Apenas 20% de los trenes de larga distancia circularán este martes, por lo que los usuarios han tenido que buscar otras opciones como compartir coches o tomar autobuses para llegar a sus destinos.
Asimismo cientos de vuelos, sobre todo domésticos, han sido cancelados; escuelas y guarderías amanecieron cerradas; y varias refinerías seguían bloqueadas, lo que hace temer una escasez de carburante.
Anuncios el miércoles
Pero la fuerza de los opositores a la reforma de Emmanuel Macron se medirá sobre todo en las calles.
Varios sindicatos convocaron una nueva jornada de protestas este martes, tras el éxito de la primera movilización el jueves 5 de diciembre, que sacó a las calles a más de 800,000 personas en todo el país.
«Sé que la movilización va a ser fuerte, será incluso más fuerte que la de la semana pasada», afirmó el lunes el Secretario General de Fuerza Obrera (FO), Yves Veyrier.
Los sindicatos han prometido mantener el pulso hasta que el gobierno retire su reforma que consiste en la creación de un «sistema universal» de pensiones, por puntos, que remplazará a los 42 regímenes de pensiones actuales, que permiten jubilaciones anticipadas y otros beneficios a ciertas categorías profesionales.
Algunos de estos regímenes, como los que gozan los empleados de las empresas de ferrocarriles o los marinos, entre otros, fueron creados para compensar la naturaleza riesgosa o desgastante en ciertas profesiones.
Para el gobierno se trata de un sistema «más justo» pero quienes se oponen a él — casi la totalidad de los sindicatos y la oposición de izquierda — temen una mayor «precariedad» para los futuros jubilados.
La paradoja es que por el momento sólo se conocen las grandes líneas de esta reforma, una promesa de campaña del presidente Emmanuel Macron, que la prepara desde que asumió el poder hace más de dos años.
La integridad del proyecto del gobierno será revelado el miércoles por el primer ministro, Edouard Philippe, a quien Macron ha puesto en primera línea en este tema.
¿Pero podrá esto atenuar el riesgo de incendio social en Francia?
«Nada cambia en el objetivo del gobierno: acabar con nuestro régimen de pensiones solidario para remplazarlo por un sistema individualizado donde todos saldrán perdiendo», estima la CGT.
El ejecutivo tiene un serio desafío en un contexto social ya muy tenso, con la inédita movilización desde hace más de un año de los «chalecos amarillos» y el exacerbado descontento en los hospitales y las prisiones, o entre los profesores, los ferroviarios, los agricultores o los policías.