Estamos hartos de escuchar justificaciones de supuestos políticos que actualmente ostentan cargos públicos; ya sea por los errores cometidos, por las acciones de corrupción propiciadas por familiares o funcionarios del actual gobierno. Escuchamos al por mayor frases desgastas, como son acciones de la oposición, impulsamos la nueva política, vamos por el camino adecuado. Pero de acciones concretas y solucionadoras, nada. Discursos baratos, palabras lanzadas al aire.
Uno de los efectos lamentables es el aumento de los decepcionados y atrás de ello una alta dosis de aparente anarquía. Que los políticos se entretengan en su mundo, mientras las comunidades hacen lo que pueden en sus propias realidades. Ese es el espacio clave para que las opciones que preconizan el individualismo hagan de las suyas, ya que cada uno debe velar por su sobrevivencia, su salvación dicen algunos ultra-conservadores. Una sociedad no puede ser tal, sino en lugar de la convivencia y el sentido de ver al otro, asume su cotidianidad como carril; donde lo único que importa es correr en la línea, no salirse del formato y conquistar supuestas metas personales. Desde ese imaginario, las que antes eran llamadas estrategias de sobrevivencia, ahora son señales de éxito. Crear un negocio familiar, ahora se llama emprendimiento; la necesidad de sobrevivir es llamada auto-empleo. Formas simples para encubrir las diversas caras de la informalidad, considerada como un gran mal, obstáculo para el crecimiento económico. Como no se ha podido combatir ese fenómeno, queda la opción de llamarla de otras maneras.
Hace un par de décadas, los hogares urbanos y rurales se caracterizaban por tener fuentes fijas y estables para obtener sus ingresos. El contexto actual es totalmente distinto, lo estable es casi inexistente, pero la inestabilidad es llamada diversificación y de esa manera se encubren las diversas estrategias que implementan las familias para buscar ingreso para apenas enfrentar su día a día, aunque ello implique llevar a cabo acciones que puedan estar fuera del marco legal. Cuántos comercios operan con normalidad ofreciendo productos contrabandeados, robados, alterados o de fachada para operaciones del crimen organizado. En miles de comunidades a nadie le importa el origen si se ofrecen a bajos precios y satisfacen necesidades del momento. La informalidad es un inmenso mundo, más profundo y denso de lo que se quiere ver.
Otro factor que se mira solo desde la superficie son las remesas. Como país, nos llenamos la boca, porque año tras año el rubro de las remesas aumenta; pero es un triste realidad que nuestro principal producto de exportación sean personas. Además, es probable que esa categoría oculte una parte importante por concepto de lavado de dinero. Entonces, eso de las remesas es otro concepto encubridor y artificial, en buena medida. Por si esto fuera poco, es probable que las remesas disminuyan en los siguientes años; muchas familias han migrado en su totalidad, por lo que se ha perdido la principal motivación para enviar recursos. Tampoco ha sido posible crear incentivos para que las remesas se transformen en generadoras de soluciones en las comunidades de origen. De momento, siguen sirviendo para alimentar un consumo que resulta inútil como elemento transformador en materia económica, social y de organización social.
Mucho se dice sobre las mujeres como gestoras y articuladoras de las estrategias de sobrevivencia; las actoras fundamentales que enfrentan las diversas expresiones de una crisis que prevalece por décadas y solo se recicla en lugar de solucionarse; pero son las principales víctimas de una violencia indiscriminada que transita por dos vías: la visible, repleta de violadores, reproductores de la mujer como objeto, los reproductores de los patrones a la antigua; y la invisible, los que han afinado su discurso, pero solo para colocar capas de falsos imaginarios a una lógica que impera y se reproduce incluso en las nuevas generaciones, que expresan modernismo por un lado y pautas cargadas de exclusiones y violencias, por otras.
Estos son algunos ejemplos de los falsos imaginarios que se han diseñado con intensidad a lo largo de varias décadas, actualmente se asumen como realidades absolutas; pero que en esencia son los grandes lastres, obstáculos y visiones equivocadas que socaban lo poco de civilización que aún queda.