No a los campos de concentración de inmigrantes, claman en la frontera

«¡Libérenlos ahora!», un grito repetido este viernes por miles de personas que marcharon al lado de la frontera de Estados Unidos con México para exigir al presidente Donald Trump que cierre sus criticados centros de detención de inmigrantes.

Muchos niños cubiertos con frazadas de emergencia, esas de color aluminio que reciben los indocumentados detenidos, iban al frente de la marcha que llegó hasta el edificio administrativo del punto fronterizo de San Ysidro, California, el más cruzado en todo el mundo.

Un grupo indígena, quemando incienso y marchando al ritmo de danzas tradicionales, les antecedía.

«Cierren los campos de concentración», «los niños no pertenecen en celdas», «no somos nazis», se leía entre las muchas pancartas. También apareció un pequeño globo del «baby Trump».

Protestas similares se desarrollaron en otras grandes ciudades de Estados Unidos, como Los Ángeles y la capital Washington DC, diez días después que una auditoría a estos centros denunciara las condiciones de hacinamiento en las que se encuentran los detenidos.

«La definición de campos de concentración es donde se detienen personas que no son criminales por razones raciales o étnicas. Eso está pasando ahora, tenemos campos de concentración en Estados Unidos», denunció Mimi Rosicky, de 56 años, que llegó vestida con una camisa blanca con finas líneas negras con una estrella de David amarilla cosida en el pecho.

Llevaba una pancarta que rezaba: «Cuando los judíos dijimos nunca más, fue en serio».

Marco Aguilar, jefe de un grupo de danza indígena, coincidió: «Una situación que no se ha visto jamás», dijo, comparando el gobierno de Trump con el fascismo nazi y el totalitarismo soviético de Stalin. «No puede ser en el país de la libertad y la igualdad».

I-C-E

Tarraz Lynne, una diseñadora de moda de 60 años, hizo un montaje de los centros de detención usando muñecos cubiertos de aluminio para representar a los detenidos y Barbies sin ropa para representar a las madres «privadas de sus derechos y sus hijos».

Su amiga, Alisa Davies, de 48, decidió ir vestida como la Estatua de la Libertad, para muchos un símbolo de la inmigración en Estados Unidos, que abre sus brazos a «los inmigrantes» y da «la bienvenida a las masas apiñadas».

«No hay razón para este trato inhumano a refugiados e inmigrantes», añadió.

El presidente Donald Trump dijo la semana pasada que la solución al problema con los centros de detención no es otra que «no venir» al país. 

El mandatario republicano, que el año que viene aspirará a la reelección, ha impulsado durante todo su gobierno políticas antiinmigrantes.

Este fin de semana, por ejemplo, se esperan redadas masivas para deportar miles de indocumentados.

«¡¿Cómo deletreas homicidio?!», preguntaba en tono de consigna una de las organizadoras por el megáfono. «I-C-E», respondía la gente: son la iniciales de la policía migratoria de Estados Unidos, que ejecutará una operación enfocada en 2.000 personas, pero que puede terminar afectando a muchos más.

La marcha salió de un parque con rumbo al edificio administrativo del puerto fronterizo de San Ysidro, que comunica con Tijuana.

En el camino, sobre el viaducto que comunica a la autopista, una valla de tránsito informaba del cruce a la izquierda: «México. No retorno a EEUU». 

La gente paró justo ahí, aplaudió, y siguió, pero no a México… un desafío inconsciente al discurso oficial. Siguieron la marcha hasta el punto final, donde hicieron un minuto de silencio.

¿Este tipo de protestas cambiará la posición de Trump? «Claro que no», dijo Abran Pelayo, que iba con sus hijos Jessie y Lucas, cubiertos con las frazadas de aluminio en protesta. «Ha sido muy emotivo para ellos», dijo mientras los veía cargando las pancartas y repitiendo consignas. 

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