Tras registrar pérdidas por primera vez en once años, Nissan anunció este jueves el cierre de una planta en España en el marco de un plan para reducir su capacidad de producción en cerca de un 20% hasta marzo de 2023.
El fabricante de automóviles japonés, afectado por la crisis del coronavirus, confirmó su intención de cerrar su planta de Barcelona, que emplea a unos 3,000 trabajadores.
Según los sindicatos locales, 22.000 empleos indirectos también dependen de esta fábrica, que elabora todo-terrenos, pick-ups y la furgoneta eléctrica NV200.
Se trata de un duro golpe para España, segundo mayor fabricante de automóviles de la UE, un sector que representa el 10% de su PIB.
Ante la planta, símbolo centenario de la industria española del automóvil, los trabajadores no ocultaban este jueves su amargura.
«En plena pandemia de covid-19, es realmente vergonzoso que una multinacional como ésta nos abandone», se lamenta Jordi Carbonell, de 54 años, empleado en el servicio de compras.
El gobierno español lamentó esta decisión después de los numerosos «apoyos, ayudas y acompañamiento» públicos de los que se benefició Nissan y anunció que luchará por salvar puestos de trabajo.
Nissan también redimensionará su producción en América del Norte, pero sin cerrar plantas y centrándose en la fabricación de modelos estratégicos.
Además se retirará de Corea del Sur y cesará de comercializar sus vehículos Datsun en Rusia. En Asia, ya había anunciado en marzo el cierre de una fábrica en Indonesia.
En una conferencia en línea, el director general del grupo, Makoto Uchida, no quiso dar la cifra total de nuevas supresiones de empleos y dijo que hay negociaciones en cada país con representantes del personal.
En 2019, Nissan contaba con 138.900 empleados en todo el mundo.
Nissan ya había anunciado en julio pasado su intención de reducir en 10% su capacidad de producción para marzo de 2023, lo que implicaba eliminar unos 12,500 empleos en el mundo.
Así, el grupo continúa rompiendo con la política expansionista, que fue la estrategia de Carlos Ghosn, expresidente de la alianza Renault-Nissan.
Ghosn huyó a Líbano a finales de 2019, más de un año después de su detención en Japón por presunta malversación financiera.
Mala imagen de marca
Como resultado de esta política expansionista, Nissan tiene una sobreproducción que genera enormes costos fijos y afecta mucho a su rentabilidad. Actualmente tiene capacidad para fabricar siete millones de vehículos al año, dos millones más que los que vendió en 2019.
Nissan anunció este jueves unas pérdidas anuales enormes de unos 6,200 millones de dólares en su ejercicio 2019-2020, que cerró el 31 de marzo.
Se trata de las primeras pérdidas en más de una década, en un contexto de caída de la demanda de coches por los efectos de la pandemia de coronavirus
El año anterior (2018-2019) Nissan tuvo beneficios de 319,000 millones de yenes (unos 2,950 millones de dólares).
En este contexto, con resultados aún peores de lo esperado por la crisis sanitaria, el fabricante quiere reducir costos fijos por valor de 300,000 millones de yenes hasta marzo de 2021, en relación a 2019.
Nissan también quiere y reducir en más de un millón de unidades su capacidad de producción para marzo de 2023.
La compañía anticipa una producción «normal» de unos 5,4 millones de vehículos en 2022/2023, con una capacidad «máxima» de 6 millones.
El grupo registró además una pérdida operacional anual de 40.500 millones de yenes y de 15% en las ventas, en 9.879 millones de yenes.
Nissan no dio previsiones de sus resultados para 2020/2021 por falta de visibilidad a causa de la pandemia, que lo obligó ha cerrar sus fábricas durante meses.
Antes de la crisis sanitaria, Nissan ya estaba mal posicionado por la desaceleración en el mercado mundial del automóvil y la falta de renovación de sus modelos, con una mala imagen de marca.
Para recuperar rentabilidad y reducir costos fijos, el grupo apuesta por su alianza con el francés Renault y el también nipón Mitsubishi Motors.