Disfrazados como diablos, brujas, duendes y personajes terroríficos de la mitología indígena, miles de nicaragüenses celebraron, pese a la pandemia, con alegría y bulliciosos bailes el festival de Los Agüizotes (espanto), una tradición de la sureña ciudad de Masaya que los lugareños consideran mejor que Halloween.
Unos bailaron con euforia alrededor de un zopilote -un ave de rapiña que los lugareños vinculan a espíritus malignos- al que arrastraron por el suelo con una cuerda atada a su cuello mientras al mismo tiempo intentaban prenderle fuego, en medio gritos en la noche.
Otros danzaron al son de las bandas filarmónicas o desfilaron con sus trajes de espanto por las calles de esta ciudad ubicada a 30 km al sur de Managua, mientras otros observaron desde sus casas la algarabía de esta tradición que se celebra el último viernes del mes de octubre.
«Es alegre participar», dijo a la AFP Mayeli Castillo, una niña de 14 de años que se disfrazó de «bruja chanchona» y danzaba sin parar en medio de la multitud.
«A mí me gusta ser el cuernudo (hombre que tiene una esposa infiel)», bromeó por su parte José Castro escondido detrás de una máscara de diablo con cuatro cuernos.
La tradición, que se celebra días antes de la fiesta de Halloween, atrajo este año a más nicaragüenses que antes, a pesar de la pandemia de covid-19.
«No le tengo miedo ya a eso» porque «el covid ya me dio«, afirmó a la AFP el enfermero Harling Guevara, de 31 años, quien dijo que se pintó el rostro de «calavera terrorífica derramando lágrimas de sangre» para expresar sus sentimientos de «soledad, ansiedad y depresión«.
«No hay que tenerle miedo al covid-19», apoyó Jesús Peréz, un joven ataviado en un traje de diablo
El festival de «Los Agüizotes», que en lengua náhuatl significa espanto, revive personajes de la mitología indígena como la Mocuana, la hija de un cacique que se volvió loca cuando supo que su enamorado, un conquistador español, haba robado la fortuna de su madre.
O la Cegua, una bella mujer que se trasformó en una bestia tras ser maldecida por irrespetar a sus padres, entre otros personajes.
Los masayas, conocidos como un pueblo de artesanos rebeldes, hacen sus propias máscaras en talleres familiares, como Lesther Espinoza, de 38 años, quien heredó el negocio de su padre.
«Este taller tiene más de 30 años de estar elaborando máscaras» de la mitología indígena como «La Cegua, el Cadejo, la Mocuana, la Llorona y muchos espantos que nos contaron nuestros abuelitos«, relató a la AFP.
Para los masayas, esta fiesta es mejor que Hallowen porque recoge la cultura popular.
«Halloween debe ser bonito, pero yo me quedo con el de nosotros: Los agüizotes», anotó Espinoza.