Conducir por la ciudad capital resulta complicado, debido a la ausencia, en las úlitmas dos décadas, de políticas para resolver el problema del tránsito vehicular. Ni con la ayuda de la aplicación de navegación asistida en tiempo real por GPS se logra salir del atolladero.
Marcela Marroquín Cabrera
mmarroquin@cronica.com.gt
Me dispongo a salir de casa a las 16:50 horas, pensando que voy bastante temprano para la cita de las 18:00, en la 12 calle de la zona 10, tomando en cuenta que estoy a tan solo 10 cuadras de distancia de mi destino final y que mi viaje será en una carretera recta, llamada Diagonal 6. Al llegar a la altura de la gasolinera que está al inicio de dicha avenida, el tránsito se detiene, como es usual cuando hay un cambio de luces, de verde a rojo.
Sin embargo, tras cuatro cambios de semáforo noto que han pasado 15 minutos y que no he podido avanzar siquiera dos cuadras. Con ansiedad veo el reloj y ya casi van a ser las 17: 20, pero aún no he caminado ni la tercera parte del trayecto. Los autos que parecen miles, llenan toda la Diagonal 6, tanto en el carril de ida como el de vuelta, llevan las ventanillas abajo, como si se olvidaran por un momento de los motociclistas que roban celulares. Pero entiendo que deben llevar ahí más tiempo que yo… y que el aire acondicionado los agobia por momentos.
Luego, decido bajar mi ventanilla, ya que no logro avanzar ni un solo centímetro y siento ahogarme, ya que decidí apagar el vehículo ante esta espera tan absurda. Canchita, comprame unos chicles, me dice una niña que no pasa de 10 años de edad, a lo que respondo: No, gracias.
Resulta interesante ver cómo, si los conductores lo hubieran querido, se habrían podido bajar del auto y comenzar a socializar con los pilotos de los otros autos. Nadie lo hizo, pero tiempo nos hubiera sobrado hasta para ir a la tienda y refrescarnos con unas sodas, mientras pasamos el mal trago de esta congestión vehicular que está acabando nuestra calidad de vida.
Pasadas las 19:10, finalmente llegué a mi destino. Mi cliente, un poco molesto, aún me atendió, mientras yo, con los nervios de punta, apenas pude concentrarme en la cita, ya que tuve que pasar 130 minutos sentada en mi carro dándole vuelta a las canciones que más me gustan, a través de una memoria que tengo puesta en mi radio, pensando a la vez si el posible cliente aún querría atenderme y aceptar mi propuesta, haciendo malabares mentales para organizar lo que me quedaba de la noche y llegar a tiempo a mi casa para bañar, dar cena y acostar a mis hijos.
Definitivamente, Guatemala ha cambiado, y para mal. Esto no es calidad de vida, y no lo será si no se hace algo de inmediato, cuenta Mariana Mendoza.
Una solución viable no la hay
El congestionamiento vial es tal en la ciudad que ni Waze es capaz de ayudar, de forma más ágil y expedita, a los conductores a llegar a su destino. Siempre intento hacerle caso a las indicaciones de Waze, ya que estoy seguro que me guiará por caminos que no conozco, pero que me sacarán del atolladero diario. Sin embargo, a veces el mismo Waze no sabe por dónde guiarme, ya que al abrir la aplicación, absolutamente todas las calles y avenidas aparecen en rojo, color que indica un congestionamiento que da miedo (risas…), cuenta Rodrigo García, usuario de esta herramienta virtual.
Waze es una aplicación social de tránsito automotor en tiempo real y navegación, asistida por GPS y desarrollada por Waze Mobile. El 11 de junio del 2013, Google completó la adquisición de Waze en $966 millones de dólares, pero ni con esta millonaria inversión al servicio del mundo se logra que en las calles de Guatemala hayan veredas o recovecos transitables cuando más lo necesitamos.
Y es que el problema del tránsito vehicular se ha agravado en los últimos tres lustros en la ciudad capital. Ello, debido a que el alcalde capitalino, Álvaro Arzú, quien lleva 17 años continuos en el poder y se ha reelegido por cuatro más, no ha logrado siquiera paliar el problema.
En este tiempo, el jefe edil no ha creado nuevas rutas, no ha implementado un servicio de transporte público eficiente que motive a las vecinos de la ciudad a dejar de usar su autos, limitándose a construir pasos a desnivel, logrando con esto liberar el tránsito en un sector, pero empeorándolo por otro.
Para el economista, Rodrigo Méndez, el tiempo invertido -si se puede llamar así- dentro del auto para desplazarse a diferentes lugares lejos de nuestro hogar o trabajo, es exagerado.
Vivo en la zona 11, y todos los días me desplazo hacia la zona 10, donde queda mi oficina. Sin embargo, este trayecto lo hago en dos horas; tiempo que es muerto, ya que gasto combustible, deprecio mi vehículo, y a razón de 40 horas perdidas en 20 días hábiles laborales. Es decir, pierdo una semana completa de trabajo metido en el carro, y esto implica muchísimo dinero en un año. Conozco personas que viven en Villa Nueva, quienes se hacen más de 3 horas diarias de ida y 3 de regreso. Esto es terrible para la economía de un país como el nuestro, explica Méndez.
El costo de oportunidad es muy alto, afirma el economista consultado, ya que se están perdiendo recursos valiosos, a la vez que subraya que todos prefieren comprar un auto, ya que el sistema de servicio de transporte público se encuentra en pésimas condiciones y supone arriesgar la vida cada vez que alguien opta por usar los buses rojos. Hoy, estuve en la zona 6. Al mediodía, tuve que hacer uso de la Calle Martí, hacia la zona 11. No puede ser que un domingo, al mediodía, el tránsito sea tan absurdamente denso y desordenado, se queja Aldo Bonilla, en redes sociales.
Es imposible que un país avance, con tantas caravanas a toda hora. Quienes venimos a invertir al país en busca de hacer negocios, nos quedamos sorprendidos porque, definitivamente, tantas horas perdidas en el tráfico nos frena la productividad, advierte el empresario español, Francisco Hernández.
Hay conductores que se demoran hasta tres horas de ida al trabajo y tres de vuelta al hogar. ,