Las aprehensiones y envío hacia Estados Unidos (EE. UU.) de narcotraficantes se ha acelerado del 2008 a la fecha: 31 extraditados y dos más en espera. Sin embargo, los decomisos de droga no aumentan y, en el mejor de los casos, la incautación equivale a la mitad de lo que se decomisaba hace dos décadas.
Rodrigo Pérez / rperez@cronica.com.gt
La extradición hacia Estados Unidos (EE. UU.) del narcotraficante número 19, durante el actual Gobierno, rompió con las formas que se habían hecho ya comunes en este tipo de casos, antes y después de él.
Para empezar, Jairo Orellana, considerado por las autoridades norteamericanas como un violento narcotraficante y un importante colaborador del sanguinario grupo los Zetas, desistió de seguir poniendo trabas legales a su extradición, contrario a lo que han hecho la mayoría de capos que le han antecedido y seguido.
A ello, se suma el amplio despliegue de seguridad nunca antes visto el día de su extradición (24 de julio). Fue trasladado en helicóptero, de la cárcel a la Fuerza Aérea Guatemalteca (FAG), donde lo esperaba la aeronave que lo llevaría a EE. UU. Mientras estuvo allí, seis helicópteros artillados sobrevolaron el área, y en sus alrededores se instalaron puestos de registro. Casi dos semanas después (4 de agosto), otros tres narcotraficantes fueron extraditados a la nación del norte.
De los 22 capos extraditados a EE. UU., durante esta administración, cuatro son extranjeros (un colombiano, ecuatoriano, mexicano y hondureño), y el resto guatemaltecos. De estos, por lo menos seis, incluyendo a Orellana, tienen un alto perfil y son considerados como peces gordos del narcotráfico. Así se infiere de información proporcionada por el Ministerio de Relaciones Exteriores (MRE).
La misma ruta y destino de Orellana recorrieron con anterioridad Horst Walter Overdick, Juan Alberto Ortiz Chamalé, Waldermar Lorenzana Lima, y sus hijos Waldemar y Elio Lorenzana Cordón.
Durante el período 2008-2011, del Gobierno de Álvaro Colom, fueron extraditados 9 capos a EE. UU., siendo dos de ellos extranjeros (un colombiano y otro mexicano).
Entre ellos no figuran grandes capos, aunque algunos de los que han sido extraditados, del 2012 a la fecha, o están pendientes de ser extraditados, fueron capturados en ese Gobierno. Entre ellos están Juan Alberto Ortiz (alias Chamalé), Lorenzana Lima, Elio Lorenzana Cordón y Mauro Salomón.
Efecto dominó
Entre el 2008 y 2015 se ha acelerado la captura de importantes traficantes de drogas: 33 de momento, 31 de ellos ya extraditados; y se prevé que el ritmo se incremente, ya que los que son enviados a EE. UU. para ser juzgados, delatan a otros para obtener algún beneficio a la hora de ser sentenciados.
Las extradiciones se han ido acelerando en los últimos años. Eso tiene un efecto dominó en el bajo mundo, porque los que son extraditados hablan de los que no han sido, creando las condiciones para otras acusaciones y peticiones de extradición. La extradición desestabiliza, ya que ningún actor se siente seguro, por lo que empiezan a entender que, quien delata primero, recibe más beneficios, y mejor negocian con los Estados Unidos (Otto Herrera, un ejemplo de ello).
Así lo asegura Steven Dudley, codirector de la fundación InSight Crime, que se dedica al estudio, análisis e investigación del crimen organizado en Latinoamérica y el Caribe.
Las capturas y extradiciones también representan un duro revés a las organizaciones criminales. Es un golpe que se da en la parte logística, más que todo en lo moral. Se ven obligados a empezar a pensar nuevamente cómo tienen que hacer sus movimientos, cómo evitar que sean descubiertas las personas que asumen el nuevo liderazgo, quienes ya están preparadas en caso que suceda una situación como estas, afirma Ronaldo Leiva, experto en temas de crimen organizado, del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).
Dudley también comparte que las detenciones y extradiciones asestan un golpe a la moral de las organizaciones de narcotráfico. Cuando un líder es capturado y extraditado, los que se quedan comienzan a temblar, pues no saben qué está diciendo, ni sobre quién, ni para qué. Debilita al más alto nivel a los grupos del bajo mundo, lo cual también disminuye su posibilidad de penetrar y debilitar la democracia. (Marllory Chacon, por ejemplo), subraya Dudley.
Entre espera y escasa incautación
Actualmente, están en espera de ser extraditados hacia EE. UU. dos narcotraficantes más. De ellos, el que podría ser enviado a esa nación en el corto plazo es Mauro Salomón Ramírez, también conocido como León de Mar, ya que el Tribunal Quinto de Sentencia Penal, el pasado 15 de julio, declaró con lugar una solicitud planteada por una corte estadounidense. Fue capturado el 2 de octubre del 2010 y, desde esa fecha (casi cinco años), sus abogados retrasaron su extradición haciendo uso de recursos legales dilatorios.
A pesar del acelerado proceso de captura y extradición de capos, la incautación de drogas no muestra incrementos considerables, y se mantiene, en los últimos cuatro Gobiernos, en el mejor de los casos, en la mitad de lo que se decomisaba hace dos décadas. Una posible explicación podría ser un cambio en la política de lucha contra el narcotráfico.
Pareciera que ahora se apuesta más por la captura de los máximos líderes de las estructuras criminales, que al decomiso de drogas.
Hasta el pasado 20 de julio, la incautación de cocaína durante el Gobierno del presidente Otto Pérez Molina, sumaba 13 mil 700 kilos. Durante la gestión de Colom, fue de 15 mil 042 kilos; con Óscar Berger, 10 mil 547 kilos; y con Alfonso Portillo, 17 mil 741 kilos. Ello contrasta con los 30 mil 558 kilos decomisados durante la gestión de Álvaro Arzú.
No hay, por obvias razones, cifras oficiales de la cantidad de cocaína que pasa por el país, pero se estima que, anualmente, unas 320 toneladas atraviesan el territorio nacional, el 80 por ciento del total que se envía a EE. UU desde las naciones productoras en América del Sur.