Messi sigue en el Barça, ¿cómo gestionará su frustración por no poder salir?

El enfrentamiento puede dejar heridas difíciles de cicatrizar. Lionel Messi cedió y renunció a abandonar el FC Barcelona, pero expresó el viernes una frustración que puede acompañarlo y lastrar su próxima temporada y la del club catalán.

El astro argentino lo repitió claramente: su deseo era irse, una decisión muy meditada, tomada a lo largo de «un año muy difícil», mucho antes de la humillación infligida al Barça por el Bayern de Múnich (8-2) en Liga de Campeones, que dejó a la ‘Pulga’ con gesto hundido en el vestuario.

Esta temporada, antes incluso de esa derrota, los blaugranas ya habían dado señales de ser un equipo envejecido, sin ambición, sin imaginación, y con un entrenador, Quique Setién, a la merced de su vestuario.

Pero Messi cedió finalmente: «imposible» pagar la cláusula de 700 millones de euros que exigía el presidente Josep María Bartomeu para dejarle partir; e impensable ir «a juicio contra el Barça», el club que Messi ama, el de su «vida».

«Sin proyecto»

Pero el argentino no disimuló su resquemor contra Bartomeu, quien habría incumplido «la promesa» de dejarle partir si él así lo deseaba.

La prensa española se hizo eco este sábado de este doble mensaje. «Messi se queda, la crisis también», tituló el diario Marca, el más vendido de España, mientras que Mundo Deportivo apuntaba al «mensaje demoledor» del capitán azulgrana.

Dentro del vestuario, solo Frenkie De Jong, convocado por la selección neerlandesa, hizo declaraciones: «Estoy muy contento por el hecho de que se quede. Es el mejor jugador del mundo y si se queda en el Barça, eso me hace feliz».

«Los clubes están por encima de todo y de todos. ‘Leo’ ha hecho crecer mucho al Barcelona, pero yo hubiera preferido un acuerdo. De bien nacidos es ser agradecidos, por las dos partes», expresó de su lado el seleccionador español, Luis Enrique, exentrenador de Messi en el Barça (2014-17). 

El Barça saludó discretamente la decisión de su estrella publicando el viernes una foto del capitán culé con la elástica del Barça de la temporada 2020-21 y el sábado un video de un gol marcado por ‘Leo’ en 2009 celebrado eufóricamente por la ‘Pulga’.

Messi se aseguró el viernes de tranquilizar a sus seguidores: «Mi actitud no va a cambiar porque me haya querido ir. Voy a dar lo mejor. Siempre quiero ganar, soy competitivo y no me gusta perder a nada».

Todavía habrá que esperar un poco para volver a ver a Messi con la camiseta blaugrana. Este sábado no participó en el entrenamiento, no para mostrar su resentimiento, sino porque debía someterse a un test PCR. Si da negativo podría reincorporarse al grupo el lunes.

A sus 33 años, Messi atesora 34 títulos con el Barcelona, entre ellos diez Ligas y cuatro Champions. Pero este año resultó fatal, carente de títulos por primera vez desde 2008.

¿Cómo será la relación con el nuevo entrenador Ronald Koeman, al que, según la prensa española, reprocha haber abierto la puerta de salida a su amigo, el delantero uruguayo Luis Suárez?

«La verdad, ahora no sé qué va a pasar. Hay un entrenador nuevo y una idea nueva. Eso es bueno, pero después hay que ver cómo responde el equipo y si nos va a dar o no para competir», añadió Messi.

Pulsos y rectificaciones

En su entrevista del viernes, el capitán insistió en la necesidad de que llegue sangre nueva al vestuario.

Es cierto que el Barça puede alimentar sus esperanzas en la nueva perla de su cantera, Ansu Fati, convertido esta semana a los 17 años en el jugador más joven desde 1936 en haber disputado un partido con la selección española. 

Pero a pesar de su popularidad planetaria, debida en gran parte al aura de Messi, el Barça vive un complicado momento económico y no parece en posición de poder acometer fichajes de calado en el ‘mercato’.

El Barça lamenta haber dejado de ingresar 200 millones de euros (236 millones de dólares) desde la pandemia, y con una deuda de esa misma cantidad desde 2019, contrajo un crédito de 140 millones de euros (165 millones de dólares) con un fondo de inversión estadounidense para paliar el debe en sus cuentas.

Este no es el primer pulso que Messi emprendió con el Barça. En 2015 hizo guiños al Chelsea. Pero era parte de la estrategia de negociación salarial con los catalanes. Pero esta vez el desamor de Messi con los dirigentes parece más profundo.

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