Chile hizo historia con movilizaciones pacíficas que superaron el millón de personas, eclipsando los festejos del día en que el pueblo dijo «no» a la dictadura hace tres décadas, en una demostración de fuerza y convicción para exigir al gobierno una sociedad más justa.
Una marea copó las principales avenidas de Santiago y en la céntrica plaza Italia generó una postal única que deberá marcar a varias generaciones, demostrando que los chilenos caminan firmes en busca de cambios en el modelo económico neoliberal que instauró Augusto Pinochet y se consolidó en democracia.
«Todos hemos escuchado el mensaje», aseguró el presidente Sebastián Piñera, a través de un escueto pero conciliador mensaje en su cuenta de Twitter.
El magnate -que gobierna a Chile por segunda vez desde marzo de 2018- reconoció la dimensión de la marcha que vivió Santiago y otras ciudades de norte a sur del país. «La multitudinaria, alegre y pacífica marcha hoy, donde los chilenos piden un Chile más justo y solidario, abre grandes caminos de futuro y esperanza», acotó.
Piñera reaccionó a las protestas, que se iniciaron hace nueve días en rechazo al aumento de las tarifas del ferrocarril metropolitano, decretando el «estado de emergencia», lo que permitió sacar a patrullar a militares y decretar siete toques de queda consecutivos en la capital.
Ni los militares, ni el discurso frontal del presidente derechista frenaron la ebullición de los ciudadanos, cansados de vivir en el país más estable de la región, pero también uno de los más desiguales.
Con las calles colmadas de protestas y más de 70 estaciones de metros dañadas, algunas inutilizables, Piñera viró hacia un tono conciliador y lanzó una batería de medidas que incluye cambios en el criticado sistema de pensión privado, puesto en marcha durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), prometiendo un aumento en 20% a las pensiones más bajas.
Pero las manifestaciones siguieron.
Segunda transición
«Unidos en la misma causa», así resumió a la AFP la atmósfera reinante Betzabé Segovia, una obrera de 28 años que participó en Santiago en la colosal manifestación.
Sin un líder, ni guías políticos, los chilenos -organizados en las redes sociales- piden un cambio para combatir las iniquidades de un país que destaca por su estabilidad y un ingreso per cápita superior a los 20.000 dólares, el mayor de la región.
La movilización «interpela a los dirigentes políticos para impulsar cambios profundos en el modelo de desarrollo capitalista. Una suerte de segunda transición», comentó a la AFP Marcelo Mella, analista político de la Universidad de Santiago.
Mella hace alusión a esa transición que permitió dejar atrás la dictadura, que mató a unas 3.200 personas y torturó a unas 38.000, e iniciar el camino democrático en 1990 gracias a un plebiscito en el que en 1988 el pueblo chileno dijo «no» a prolongar el régimen militar.
Pero 29 años de gobiernos democráticos, con mayoría de periodos liderados por la centroizquierda, no fueron suficientes para cambiar un sistema económico que generó gran desigualdad.
Este estallido social que irrumpe tras décadas de estabilidad «constituye la irrupción de un sujeto político sin membresía partidaria que exige que la democracia se exprese no solo en procedimientos, sino también en resultados. Esto es, una sociedad menos desigual y con derechos más fuertes», acotó el analista.
El sábado, Santiago buscará limpiar los escombros de incidentes aislados que rompieron la armonía de la movilización, y retomar poco a poco la calma.
Bachelet observa
Desde Ginebra, la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la expresidenta chilena Michelle Bachelet, anunció el envío de «una misión de verificación para examinar» la situación, luego de denuncias que recaen sobre la acción de militares y policías.
En la misma línea, Amnistia Amnistía Internacional dijo que «el mundo tiene los ojos en Chile» y anunció el envío de una misión al país.