En los alrededores del centro psiquiátrico Nise de Silveira de Río de Janeiro es difícil distinguir a los pacientes del público que celebra con algarabía la llegada del carnaval.
Desde hace 20 años, este hospital de referencia en Brasil abre sus puertas y sale a la calle con el desfile de su ‘bloco’ carnavalesco Loucura Suburbana en Engenho de Dentro, un suburbio de Río de Janeiro.
El cortejo reúne a cientos de personas, incluyendo pacientes, sus familiares, personal médico y curiosos.
Disfraces multicolores, abundancia de brillantina y bailarines en zancos mostrando pasos de samba: la imagen se parece a la de cualquier ‘bloco’, las fiestas callejeras del carnaval de Río, pero se trata de un evento con un espíritu deliberadamente diverso e inclusivo.
«¿Quién está ‘loco’ y quién está ‘sano’ en nuestra sociedad? Eso es el carnaval: todo el mundo saca su locura», dice a la AFP la profesora Adriana Cavalho Lopes, que el jueves participó de su quinta procesión de Loucura Suburbana disfrazada de diabla, con cuernos, un tridente y una capa roja.
«Quienes se dicen normales piensan que los pacientes no tienen sueños, que viven en un mundo paralelo, pero en realidad esta parte de la población también es productiva», acota su marido, Bruno Coutinho.
Adriana y Bruno samban al ritmo del grupo de percusión, integrado en su mayoría por pacientes del hospital.
Renata Alves, de 23 años, toca el bombo. Víctima de abusos sexuales desde los seis años, la joven fue adicta a las drogas e intentó suicidarse en varias oportunidades.
«El ‘bloco’ fue mi salvación. He hecho amigos, tengo una familia», dice Renata, que había recurrido a varios tratamientos, sin éxito.
Frecuenta desde 2016 el Centro de Atención Psicosocial (CAPS) del Nise de Silveira, un modelo de unidades públicas de tratamiento de transtornos mentales creado tras la Reforma Psiquiátrica de 2001, que determinó la progresiva desactivación de los manicomios.
Renata, que vive con su familia en otra localidad de la zona norte de Río, acude semanalmente al CAPS, donde tiene sesiones de terapia, toma clases de percusión, compone y dibuja. De su mano salió el motivo que estampa las camisetas del ‘bloco’ este año.
«Siempre me gustó la cultura. Cuando tenía un brote, ponía en versos todo lo que sentía», cuenta.
Institución pionera
El arte-terapia en Brasil es un legado de la psiquiatra Nise da Silveira (1905-1999), primera mujer egresada de la Facultad de Medicina de Bahía (nordeste), en 1926, que da el nombre al hospital.
Discípula de Carl Jung, Silveira rehusó los tratamientos de electrochoque, lobotomía y coma insulínico, y creó una sección de terapia ocupacional, con talleres de artes plásticas.
«El arte es apaciguador, organizador, permite la elaboración inconsciente y ayuda en el proceso de cura», resume la psicóloga Ariadne Mendes, de 69 años, coordinadora y cofundadora de Loucura Suburbana.
«Antes, la política era aislar [a los pacientes] de sus familias, de la sociedad. Se los encarcelaba, se los escondía», explica Mendes.
El núcleo cultural de Loucura Suburbana tiene desde 2010 actividades a lo largo de todo el año, con una editorial (Encantarte) que publica escritos de personas en tratamiento y organiza talleres abiertos de música, percusión e informática.
«La música es una herramienta para unir a las personas, promover la diversidad y construir una nueva solidaridad», afirma el músico Abel Luiz, de 37 años, al frente del taller de música.
Adilson Nogueira, compositor de Loucura Suburbana, ha sido internado numerosas veces a lo largo de sus 62 años de vida.
Ahora se trata en un CAPS y no está dispuesto a ser hospitalizado nuevamente.
«La internación significa que uno duerme en el suelo, no puede salir, ve a la familia una vez por semana, ser tratado como si fuéramos animales», asegura este obrero jubilado, casado y padre de tres hijos.
Adilson es además desde 2014 el orgulloso porta-estandarte del ‘bloco’.
«En el CAPS, descubrí lo que es vivir: tener salud, libertad y cultura», resume.