Los 29 miembros de la OTAN lograron este miércoles, tres décadas después del fin de la Guerra Fría, reafirmar una unidad debilitada por el cruce de reproches y el enfado de Donald Trump.
«Siempre hemos sido capaces de superar diferencias y unirnos en torno a nuestras tareas principales», se felicitó el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, tras la cumbre celebrada en Watford, al norte de la capital británica.
Pero, pese a la adopción de la Declaración de Londres, que sitúa a China por primera vez como un reto para la OTAN, junto a Rusia y al terrorismo, y reitera el compromiso por el gasto militar, Trump centró, de nuevo, toda la atención.
El presidente estadounidense, enfadado por las aparentes burlas de varios dirigentes entre ellos el canadiense Justin Trudeau y el francés Emmanuel Macron durante una recepción de la reina Isabel II el martes, canceló su rueda de prensa final.
El inquilino de la Casa Blanca acusó a Trudeau de tener «dos caras» y, en un tuit, calificó de «broma» el informe presentado por sus rivales demócratas en el marco de la investigación en el Congreso de Estados Unidos con miras a su destitución.
Trump ya había expuesto, no obstante, sus mensajes para esta cumbre en largas comparecencias ante los medios el martes: las críticas de Macron a la OTAN son «insultantes» y todavía hay «muchos morosos» entre los aliados, que no gastan lo suficiente en defensa.
El estadounidense no dejó pasar así la ocasión durante la reunión para reiterar su llamado a los aliados a que aumenten su gasto militar nacional al 2% del PIB para 2024, como prometieron en 2014, según explicó el miércoles la alemana Angela Merkel.
La OTAN estima que a final de año sólo nueve de sus 29 miembros alcanzarán este objetivo. Alemania se quedaría en 1.38%; España (0.92%) y Luxemburgo (0.56%) serían los más alejados. «Es más un horizonte al que tender», relativizó un diplomático español.
El imposible consenso
El tradicional reclamo de Estados Unidos, primera potencia, con un gasto militar del 3,30% del PIB en 2018, compartió en esta ocasión protagonismo con las críticas de Macron a una OTAN en «estado de muerte cerebral».
Pese a que estas palabras no sentaron bien a sus aliados, el presidente francés mantuvo su pulso más duro con su par turco, Recep Tayyip Erdogan, al criticar la ofensiva que Ankara lanzó en octubre contra la milicia kurda YPG.
Erdogan amenazaba con vetar decisiones de la OTAN durante la cumbre si los otros países no reconocían como grupo «terrorista» a esta milicia que apoyó a la coalición internacional en su lucha contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI).
«Yo no veo consenso posible» con Ankara en esta cuestión, aseguró Macron, criticando las «aproximaciones simplistas» de una Turquía que, finalmente, no cumplió sus amenazas y permitió la actualización de un plan de defensa para los países bálticos.
El presidente lituano, Gitanas Nauseda, agradeció la «solidaridad» de Erdogan por no bloquear esta decisión que refuerza a los aliados bálticos, temerosos de una vecina Rusia más asertiva desde el inicio del conflicto en Ucrania en 2014.
«Inquietud»
Rusia forma parte de hecho de los retos y amenazas identificados en la Declaración de Londres por una Alianza nacida en 1949 de los escombros de la Segunda Guerra Mundial para proteger a Europa de una ahora desaparecida Unión Soviética.
«La OTAN está principalmente comprometida en actividades disuasivas y expansionistas de cara a Rusia. Esto sólo puede generar inquietud», aseguró en la mañana el vocero del mandatario ruso Vladimir Putin, quien la víspera se dijo dispuesto a «cooperar» con la Alianza en temas como «terrorismo».