Las potencias occidentales se movilizaron este viernes para intentar salvar el Tratado de Cielos Abiertos, que permite verificar los movimientos militares y las medidas de limitación de armamentos de los países signatarios, del cual decidió retirarse Estados Unidos.
El presidente estadounidense, Donald Trump, anunció el jueves su voluntad de sacar a su país de ese acuerdo, acusando a Moscú de violarlo. «Rusia no respetó el tratado», dijo a un grupo de periodistas el jueves. «Mientras ellos no lo respeten, nosotros nos vamos a retirar», añadió.
Los embajadores de los países miembros de la OTAN se reunieron este viernes con carácter de urgencia. Tras el encuentro, el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, defendió de nuevo el «mantenimiento de un sistema internacional eficaz que controla los armamentos, de desarme y de no proliferación».
Si bien subrayó que Moscú imponía restricciones de vuelo, lo que va en contra del tratado, reiteró la voluntad de la OTAN de «dialogar con Rusia» en pos del «control de los armamentos, el desarme y la no proliferación, elementos claves de nuestra seguridad».
Por su parte, diez países europeos firmaron una declaración en la que lamentaron el anuncio de Washington, aunque afirmaron «compartir sus preocupaciones» sobre la aplicación de Rusia del tratado, según un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores francés. La declaración fue firmada por Francia, Alemania, Bélgica, España, Holanda, Finlandia, Italia, Luxemburgo, República Checa y Suecia.
«El Tratado de Cielos Abiertos es un elemento crucial en el marco de refuerzo de la confianza que se ha creado en las últimas décadas, con el fin de aumentar la transparencia y la seguridad de la zona euro-atlántica», insistieron.
La víspera, Alemania ya había pedido a Estados Unidos que «reconsidere» su posición.
Más político que militar
Entre las violaciones denunciadas por Washington, un portavoz del Pentágono indicó que Rusia prohibió que los aviones aliados se acerquen a menos de 500 kilómetros del enclave ruso de Kaliningrado, situado entre Lituania y Polonia, y también que sobrepasen más de 10 km en la frontera entre Rusia y Georgia.
Instado a cumplir el tratado al pie de la letra, con la esperanza que de que Washington dé marcha atrás, el gobierno ruso denunció unas condiciones «absolutamente inadmisibles», aunque está «dispuesto a buscar un acuerdo», según el viceministro de Relaciones Exteriores, Serguei Riabkov.
El Tratado de Cielos Abiertos fue creado en 1992 para «promover la confianza y la previsibilidad» en las actividades militares de los países firmantes.
Entró en vigor en 2002, está suscrito por 35 países (de los cuales Kirguistán nunca lo ratificó) y permite vuelos de observación conjuntos y no armados por encima de los territorios, y tomar imágenes con la ayuda de sensores de resolución predefinida. Permite también a todos los Estados pedir imágenes tomadas por vuelos realizados por otros países.
Según Corentin Brustlein, investigador en el Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI), el tratado tiene un cariz más político que militar.
«Los servicios de inteligencia no necesitan ningún cielo abierto», explicó a la AFP, destacando que los grandes servicios saben mucho más de lo que autoriza el tratado.
Sin embargo, resulta provechoso para los Estados que peor equipados están en materia de inteligencia, explicó.
«Las únicas consecuencias negativas de esta retirada le afectarán a los aliados de Estados Unidos», agregó.
Se trata del tercer acuerdo de control de armas del que Trump decide retirar a Estados Unidos desde el inicio de su administración.