Pese a tener que tomarse la temperatura a la entrada y no poder quitarse la mascarilla «es bueno estar de vuelta», afirman los aficionados a las comedias musicales que vienen a ver «Sleepless», la primera gran producción lanzada en Londres desde el desconfinamiento.
«Lo he extrañado mucho», dice a la AFP Claire Hutton, de 36 años, vestida con una camiseta que proclama «The show must go on» («El espectáculo debe continuar»).
Junto a su madre, Julie, de 61 años, y su amiga Nikki Gutridge, de 47, estas «enormes aficionadas al teatro» pusieron pie en una sala el jueves por primera vez desde el inicio del confinamiento contra el coronavirus hace seis meses.
Antes, iban al teatro cada semana.
«Echaba de menos toda la experiencia, la cena antes del espectáculo, ir a ver a los actores después«, explica mientras espera el inicio de esta obra musical dirigida por Morgan Young y adaptada de la película estadounidense «Algo para recordar» («Sleepless in Seattle», 1993).
Debido a las restricciones sanitarias, la mayoría de teatros británicos siguen cerrados. Pero el Troubadour de Wembley, al noroeste de Londres, se adaptó totalmente para presentar este espectáculo.
Solo se ocupan unos 400 de los 1,200 asientos para mantener dos metros de distancia entre grupos.
Los espectadores deben desinfectarse las manos y seguir un recorrido de sentido único.
Las precauciones se respetan, aunque sean incómodas: llevar la mascarilla «dos horas pasa, después empieza a picar», bromea Joe Spiteri, de 71 años.
Por su parte, los miembros del equipo se someten cada día a un test de saliva del covid-19 que da resultado en 30 a 45 minutos.
«Dennos una fecha»
Con una veintena de actores y bailarines sobre el escenario y una orquesta de jazz compuesta por doce músicos, «somos los únicos que presentamos un espectáculos de estas dimensiones» en Londres, afirma Rowley Gregg, director general de los teatros Troubadour.
En un momento en que muchas salas del West End, el barrio de los teatros londinenses, siguen cerradas, «se trata de mostrar que hay luz al final del túnel», añade, reconociendo que se limitan a cubrir costes.
«Por supuesto que querríamos tener más de 600 a 700 personas en este edificio para sacar beneficios, pero esta es la primera etapa para demostrar que esto puede continuar», explica.
De momento, la mayoría de espectáculos en Londres se hacen al aire libre o se transmiten al público en línea. Los grandes musicales de éxito, como «El rey león», «Hamilton» o «El fantasma de la ópera» no se han reanudado y los turistas, que forman una gran parte del público, brillan por su ausencia.
Está permitido organizar espectáculos en sala, pero las reglas de distanciamiento son difíciles de aplicar y hacen los proyecto poco rentables.
«Estamos en el punto de no retorno«, advirtió el célebre compositor británico Andrew Lloyd Weber, interrogado el martes por una comisión parlamentaria.
«Dennos una fecha» de reapertura completa, pidió Weber, cuya próxima producción, «Cenicienta», vio su lanzamiento aplazado de este otoño a la próxima primavera.
Los meses de cierre obligaron a muchas salas de espectáculos a despedir empleados y a endeudarse para subsistir, como el prestigioso Royal Albert Hall, que pidió préstamos por 10 millones de libras (13 millones de dólares, 11 millones de euros) y puso al 80% de su plantilla en paro técnico.
La crisis sanitaria dejó un agujero de 3,000 millones de libras en los ingresos de los teatros este año, una caída de más del 60%, según un estudio publicado en junio por el gabinete Oxford Economics para la federación de industrias creativas.
Ante el aumento de los contagios de coronavirus, casi 3,000 diarios en todo el Reino Unido, el gobierno descartó esta semana su plan de abrir más eventos al público.
Pero el primer ministro Boris Johnson expresó su ambición de hacer test masivos, con resultados en decenas de minutos, que permitan a quien tenga un resultado negativo llenar las salas de teatro.