«Vine hasta aquí para pedir que la tierra sea defendida», confiesa Maria de Lourdes, de la comunidad Sateré-Mawé, en Brasil, quien confía en que el papa Francisco selle el domingo, al término del sínodo de obispos, una alianza histórica para salvar la Amazonía.
«Vine para pedir que la tierra sea defendida, que las demarcaciones se mantengan. Hay que agradecer mucho a la Tierra por lo que nos da. Los incendios, los ataques de los madereros, son un problema que recae sobre nosotros los pobres, que sufrimos», asegura a la AFP la anciana curandera, maravillada frente a la basílica de San Pedro.
Con sobrios plumajes y collares, Maria Lourdes, que no habla portugués y tiene que ser traducida, forma parte del grupo de indígenas que llegó hace tres semanas para solicitar a la jerarquía de la iglesia católica que se comprometa con la defensa de la Amazonía y de sus habitantes.
«Pedimos una acción de la Iglesia para proteger nuestra tierra», asegura.
La representante de la comunidad que domesticó una enredadera silvestre y creó el proceso de aprovechamiento de la planta de guaraná, forma parte de la lista de invitados a los eventos paralelos realizados por la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) bajo el lema «Amazonía: Casa Común».
No es la única que viajó con ese mensaje y que espera que el sínodo de obispos apruebe este sábado un documento fuerte con las recomendaciones para el papa.
«Ojalá contenga buenas noticias», dice.
Diálogo interreligioso
«Nosotros somos muy pequeños y no tenemos la capacidad para defendernos, para que los poderosos nos escuchen», reconoce por su parte Jesucristo de Oliveira, de la etnia Maués, en el estado brasileño de Amazonas.
El representante a la Asociación de Agricultores Familiares del Alto Urupadje, productores de guaraná orgánico, teme sobre todo la deforestación, por la presencia de las grandes empresas madereras.
«Creemos que el sínodo es el nuevo camino para que la Iglesia abra sus puertas al prójimo. Para que escuche y entienda nuestra realidad. Lo necesitamos», sostiene.
Pero esa alianza debe basarse para muchos en el respeto mutuo, sin que se afecten las culturas milenarias de los indígenas de los nueve países de la cuenca amazónica.
«Nosotros tenemos que entender que hay que entrar en una dinámica de diálogo interreligioso para entender la cosmogonía indígena», explica el misionero peruano Roberto Carrasco, quien trabajó por casi diez años en la zona amazónica entre Perú, Colombia y Ecuador.
«Es el mismo Dios el que nos habla, sólo que los indígenas tienen sus propios valores, sus propias formas de expresión, su propio lenguaje», recalca.
«Somos nosotros los que tenemos que entenderlos y no ellos a nosotros. No se trata de civilizarlos, los civilizados no somos nosotros, nosotros somos ignorantes ante tanta riqueza y maravilla», asegura.
La evangelización de la Amazonía es uno de los grandes desafíos para la iglesia liderada por el primer papa latinoamericano de la historia, que conoce los errores y horrores del pasado en esa región.
«La Iglesia está llamada a ser una voz ética global. No es una opción fácil. Y lo que se ha vivido en estos días es parte de esta transición, donde algunos no quieren que la Iglesia tome parte sobre la urgencia climática y la emergencia en violación de derechos humanos. Pero es una obligación ética», explicó ante la prensa Mauricio López, secretario ejecutivo de REPAM.