Los hombres que exploran una masculinidad más vulnerable en EE. UU.

Cansados de hacerse los machos, un creciente número de hombres estadounidenses asiste a nuevos grupos de apoyo masculinos para exponer vulnerabilidades y conectarse con otros, sin pasar vergüenza.

Nieva sin parar en las montañas Berkshires, en Massachusetts (este), donde una cabaña acoge a decenas de hombres para un retiro de un fin de semana organizado por la organización Evryman en diciembre.

Primero, una decena de cofundadores del grupo habla entre ellos, antes de recibir a los 55 participantes que llegarán en unas horas.

«Estoy triste», dice Michael, que pese a varios intentos no consigue mejorar la comunicación con su familia. «Tengo miedo».

«Estoy dolido», sostiene Tom, que acaba de romper con su pareja.

«Hubo momentos este año en los que quise tirar la toalla», confiesa Lucas Krump, de 40 años, mientras las lágrimas se deslizan por sus mejillas.

Unirse a Evryman equivale a abandonar la armadura del estereotipo masculino, abrirse a los otros, intercambiar para hallarse a uno mismo como hombre. Una suerte de anti «Club de la pelea».

«Tengo la impresión de que la mayoría de los hombres hoy no tienen un lugar donde mostrarse vulnerables», estima Ryan Zagone, un moderador. «No saben cómo ser vulnerables».

«Vivimos en una sociedad donde el hombre está en competencia con el hombre», analiza el sociólogo Michael Kimmel, experto en masculinidad. «Y cuando uno tiene este tipo de relaciones, se siente aislado».

«Llegué a un momento de mi vida donde por primera vez me pregunté qué tipo de hombre quería ser», explica Zagone, que franqueó la puerta de Evryman tras asistir a otros grupos de apoyo.

«No el hombre en el cual me convirtieron mi educación y la sociedad, sino el hombre que quiero ser», dice.

Para su primer retiro, Owen Marcus, uno de los cofundadores de Evryman, recuerda haberse sentido «aterrado». «Pero al escuchar a los otros, me dí cuenta de que ellos también sentían el mismo miedo. Y lo que sucedió fue mágico».

Evryman, ManKind Project o Junto son solo algunas de las organizaciones que ofrecen actualmente un refugio a esos hombres que hurgan en sí mismos, en retiros o grupos de apoyo de sus comunidades.

«Los retiros son muy, muy importantes porque crean la chispa», pero son solo «un punto de partida», estima Krump. El trabajo continúa luego en los grupos de apoyo que se organizan en las comunidades locales.

«Los hombres sufren»

El principio de estas reuniones no es nuevo, y parte de sus orígenes se remonta al movimiento mitopoético de hombres del escritor y activista Robert Bly, a comienzos de los años 1990.

Sin embargo, «no pienso que hubiéramos podido hacer esto hace 10 años», estima Marcus, de 66 años, que trabaja en estos grupos desde hace varias décadas y confeccionó el programa Evryman.

«Los más jóvenes están más abiertos», asegura, aunque en los retiros y grupos de apoyo ha visto a hombres de todas las edades, incluso octogenarios. «Los más jóvenes están dispuestos a aceptar el riesgo», añade.

Aunque Evryman precede al #MeToo, el movimiento que combate las agresiones sexuales y que cuestiona varios preceptos de la masculinidad desde hace dos años, éste tiene un impacto en la popularidad actual de la organización.

Sin embargo, el objetivo de Evryman no es atacar directamente esta masculinidad «tóxica», explica Dan Doty, de 37 años, otro cofundador del grupo.

«Debemos ir al encuentro de los hombres, y no decirles que lo que hacen es horrible», señala, aunque la idea es crear las condiciones para un cambio en la sociedad.

«Los hombres sufren y entonces hacen sufrir a otros», explica Zagone. «Pero los que pueden explorar este sufrimiento y manejarlo de una manera más sana ya no corren el riesgo de ir en contra de otros».

Evryman no pretende sustituir una terapia y sugiere a algunos participantes consultar a un terapeuta.

«Se complementan», dice Zagone, que también consulta a un psiquiatra. Dice que Evryman le ofrece referentes masculinos, una red de apoyo y la empatía que no hallará con un profesional.

Hoy Evryman es frecuentado sobre todo por hombres blancos heterosexuales, aunque desea ampliar su base.

Pero no a las mujeres, por temor a que su presencia inhiba a los participantes.

Además de retiros y grupos de apoyo, Evryman propone «expediciones» de una semana, así como sesiones de entrenamiento o intervenciones en empresas.

La sociedad con fines de lucro y objetivo social ya cuenta con grupos fuera de Estados Unidos, y otras con el mismo concepto han surgido por todo el mundo, pese a las diferencias culturales de un país a otro, explica Sascha Lewis, otro cofundador de 49 años.

Evryman está formando a otros hombres en su método para ampliar su influencia.

«Queremos llegar a la mayor cantidad de hombres posible, no únicamente a quienes están sensibilizados con el tema», dice Krump.

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