Los grandes obstáculos para el control de las armas en Estados Unidos

  • Se abre nuevamente el debate sobre la facilidad para obtener armas

El tiroteo perpetrado el martes en una escuela primaria de la localidad de Uvalde, en Texas, y que se saldó con la muerte de 19 niños y dos adultos ha reabierto el debate sobre el control de las armas en Estados Unidos. Sin embargo, la reivindicación de un amplio sector del derecho a portar armas, tanto en términos de idiosincrasia como legales, lastra cualquier recorte.

El expresidente Barack Obama ya hizo especial hincapié durante su mandato en la necesidad de limitar el acceso a las armas, sobre todo para personas potencialmente peligrosas, con discursos simbólicos como el que pronunció, con lágrimas en los ojos, tras la matanza en la escuela Sandy Hook en 2012.

«En el nombre de Dios, ¿cuándo vamos a plantarnos frente al ‘lobby’ de las armas», imploró también emocionado el martes por la noche el actual mandatario, Joe Biden, partidario de transformar el «dolor» en «acción» para adoptar medidas que, en su opinión, son «de sentido común».

El gran ‘lobby’ a favor de la tenencia de armas es la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), pero no está solo. En el terreno político, cuenta con apoyos principalmente en el seno del Partido Republicano y recuperó parte del terreno perdido durante la etapa de Donald Trump en la Casa Blanca.

Cualquier niño puede tener contacto con las armas en una tienda especializada, aunque hay limite de edad para adquirirlas.

Quienes se oponen a posibles restricciones se amparan en la Segunda Enmienda de la Constitución: «Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas». Para poder suprimirla o modificarla, hace falta cumplir con unos términos difíciles de lograr.

Así, cualquier cambio en el texto aprobado en 1788 –al que se incluyó la Segunda Enmienda en 1789– requiere del apoyo de dos tercios de los miembros de ambas cámaras del Congreso, así como del de tres cuartas partes de los estados del país (38). Existe una segunda opción, por ahora inédita en la historia de Estados Unidos: que dos tercios de los estados convoquen una convención constitucional.

EL HITO JURÍDICO DE 2008

El año 2008 marcó un antes y un después en los argumentos de quienes defienden el derecho a portar armas. Hasta entonces, se entendía que los ciudadanos no tienen derecho individual como tal, sino que corresponde a las autoridades locales, estatales y federales regular este aspecto.

Sin embargo, todo cambió con el fallo del Tribunal Supremo sobre el caso ‘Distrito de Columbia contra Heller’. Este ciudadano había impugnado la constitucionalidad de la prohibición de la tenencia de armas en Washington, considerada como la más restrictiva del país, y los jueces del Supremo le dieron la razón, avalando el derecho individual.

«La Segunda Enmienda protege el derecho de un individuo a poseer un arma de fuego aunque no esté al servicio de una milicia y a usar ese arma para fines tradicionalmente legales, como la autodefensa en su hogar», indicaron los magistrados.

DIVISIÓN SOCIAL

La defensa a portar armas está particularmente enraizada en los estados del sur de Estados Unidos, mientras que a nivel nacional la población sigue dividida. La firma Gallup refleja en su sondeo más reciente (octubre de 2021) que un 52 por ciento de los ciudadanos reclaman leyes más estrictas, frente al 35 por ciento que aboga por mantener las actuales y un 11 por ciento que pide que sean incluso más laxas.

La compra de armas se hace muchas veces en compañía de la familia, incluyendo niños.

A día de hoy, ni siquiera está claro cuántas armas hay actualmente Estados Unidos, con distintas estimaciones que hablan de entre 270 y 310 millones. Un 42 por ciento de los estadounidenses tienen un arma en su propia casa, según los estudios de Gallup.

Respecto a sus poseedores, las firmas encuestadoras coinciden en que son en su mayoría hombres –tres de cada cuatro, según Pew Research Center– y blancos –más del 80 por ciento–, lo que hace que este colectivo cope una cantidad de armas que prácticamente duplica su representatividad dentro de la población norteamericana en general.

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