Los catalanes vuelven a las urnas tras la fallida secesión

 Barcelona, España | AFP |

por Daniel BOSQUE

Los catalanes votan este jueves para decidir si devuelven o no el poder a los partidos separatistas dos meses después de la proclamación fallida de una república independiente que generó una grave crisis en la región y en España.

Con uno de sus principales líderes en prisión y el otro en Bélgica, los independentistas buscan revalidar la mayoría absoluta obtenida en 2015 con la que se sintieron legitimados para impulsar unilateralmente la ruptura.

Desde primera hora de la mañana se formaron grandes colas en los colegios electorales, que cerrarán a las 20H00 (19H00 GMT). Los resultados se conocerán unas dos horas más tarde.

Para muchos electores, estos comicios son un plebiscito: «El voto de hoy es sí o no al independentismo en Cataluña», asegura Gloria García, teleoperadora de 57 años que vota en la periferia de Barcelona con una bandera española como bufanda.

«Y para mí es una cuestión de ser españoles todos», afirma esta vecina de Santa Coloma de Gramenet.

En Vic, feudo nacionalista en el centro de Cataluña, las sensaciones son muy distintas. La independencia «está en el ADN de los catalanes», dice Eduard Garrell, un jubilado de 67 años.

La participación se prevé masiva y, según los sondeos, una quinta parte de los 5,5 millones de electores seguía indecisa.

El recuento se espera ajustado entre partidarios y detractores de la secesión de esta región mediterránea de 7,5 millones de habitantes y con una quinta parte de la riqueza española.

El parlamento regional proclamó el 27 de octubre la independencia, después de que el primero de ese mes los catalanes votaran en un referéndum de autodeterminación clandestino y marcado por la violencia policial.

Pero nadie reconoció la república y ese mismo día, el gobierno central de Mariano Rajoy intervino la autonomía catalana, disolvió el parlamento y destituyó al ejecutivo independentista de Carles Puigdemont.

– Deseo de tranquilidad –

Tras semanas de polarización social e incertidumbre económica, con más de 3.000 empresas trasladando su sede social fuera de Cataluña, entre muchos votantes reina el deseo de encontrar soluciones a este largo conflicto.

«Estaría de acuerdo en un término medio, en algo que no complaciera a todo el mundo», afirma Yolanda Zapata, comerciante de moda de 48 años en Calafell, un enclave costero al sur de Barcelona.

«Pero lo tenemos un poco complicado, creo que esto se alargará».

La campaña ha sido tensa y marcada por la cruzada judicial contra los líderes independentistas, algunos en Bélgica eludiendo la justicia española y otros encarcelados preventivamente por su papel en el pulso secesionista.

«No es normal esta jornada con candidatos en prisión y candidatos en el exilio», dijo Puigdemont desde Bruselas. «Aun así, es un día muy importante, no para la Cataluña de hoy sino para la Cataluña del futuro».

El presidente cesado lidera la candidatura Juntos por Cataluña (centroderecha) y compite por la hegemonía del bloque independentista con sus hasta ahora socios de Izquierda Republicana (ERC), de su vicepresidente Oriol Junqueras, que decidió quedarse en España y ahora está en prisión preventiva.

La victoria parece ser cosa de ERC o Ciudadanos (centroderecha), la formación más hostil al nacionalismo encabezada por la joven líder de la oposición Inés Arrimadas.

La promesa de la formación antinacionalista de acabar con la «pesadilla» independentista caló entre los catalanes contrarios a la separación que se sintieron olvidados por el gobierno regional en su ímpetu independentista.

Ciudadanos y los otros dos partidos unionistas, el Partido Popular de Rajoy y el Partido Socialista, confían en la movilización masiva de su electorado menos propenso a votar en los comicios regionales.

«Podemos cerrar la herida de la ruptura llenando las urnas de votos», dijo Rajoy al culminar la campaña.

– Necesidad de pactos –

«Todo se centra en si el proceso independentista continuará o se interrumpirá», esgrime el politólogo Joan Botella, de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Con siete partidos en liza, ninguno podrá gobernar solo y serán necesarios pactos entre fuerzas unidas por su apoyo o rechazo a la independencia pero muy distanciadas ideológicamente.

Dentro del bloque independentista parece improbable que se reanude el proceso unilateral lanzado en los últimos años y la mayoría de líderes defienden buscar un diálogo con Madrid hasta ahora inexistente.

«Serán cuidadosos en su actuación porque no querrán perder su recién restaurada autoridad en el gobierno catalán», opina el historiador hispánico Andrew Dowling, de la Universidad de Cardiff.

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