Lo que tenía que pasar… ¡está pasando!

Este macho es mi mula y de aquí no me bajo.  Se dice en el campo para mostrar la terquedad. En el mundo del poder puede identificar a quién se cree intocable.

Gonzalo Marroquín Godoy

Cualquier asesor con dos dedos de frente le hubiera recomendado al presidente Alejandro Giammattei que no reeligiera a la fiscal general, Consuelo Porras, y que en su lugar pusiera otro de los candidatos sugeridos en la lista de finalistas, pues el designado sería igual, un instrumento útil y moldeable para los intereses ocultos de la alianza oficialista que ya controla plenamente las cortes más importantes, la CC y la CSJ.

No hay que ser genio para saber que el nombramiento es una afrenta para Washington, que ya había declarado a Porras –por medio del departamento de Estado– como “corrupta y antidemocrática”, al incluirla en la lista Engel.  Confirmarla en el cargo fue un tortazo en el rostro del poderoso país del norte, pero también para otros, como la Unión Europea (UE) y muchos guatemaltecos que la consideran la DesConsuelo de la justicia.

Si algo he podido comprobar en las últimas décadas es que, a diferencia de la política estadounidense del siglo pasado, los inquilinos de la Casa Blanca y los secretarios de Estado no recurren a golpes de estado o conspiraciones, pues prefieren que en países como Guatemala –somos el patio trasero– haya alguna estabilidad y no se agiten demasiado las aguas políticas.

Para Estados Unidos, nuestro país representa dos cosas: generador de migración y puente de narcotráfico.  Ellos saben que nuestros gobiernos poco o nada hacen para frenar lo primero y que los narcos están hasta las barbas en las esferas políticas y militares, aunque el Gobierno nos quiera vender que captura montón de extraditables e incauta toneladas de droga.

Lo que también saben, es que la corrupción e incapacidad –que van de la mano–, necesitan de un marco de impunidad, el cual hace que ningún esfuerzo para detener la migración sea efectivo, pues se requiere que los recursos vayan a parar a dónde se necesitan para el desarrollo y no a los bolsillos de la corruptela de turno.

Y sobre el narcotráfico no se pierden.  Si la impunidad está al más alto nivel y se encuentra en todo el sistema de justicia, es claro que la pueden aprovechar igual las estructuras del crimen organizado, léase narcotráfico, tráfico de personas, contrabando y demás.

Llama la atención que los poderosos llegan a creerse intocables, y por eso es que tarde o temprano caen.  Caen los dictadores, caen los corruptos y caen los narcos, por mas que se sientan más allá del bien o el mal.

Cayeron Pablo Escobar y el Chapo Guzmán; cayeron Fujimori, Pinochet, Otto Pérez, Roxana Baldetti, Alfonso Portillo, Allan García –se suicidó– y tantos más que, por tener todo el poder en sus manos se sintieron fuera del alcance de la justicia.

Llama la atención hasta dónde llega Giammattei.  Es evidente que él y Consuelo Porras se han vuelto una especie de mancuerna, que no puede estar el uno sin la otra. 

Claro, se sabe qué, ¡haga lo que haga!, el Ministerio Público (MP) no moverá un dedo para investigar al presidente, como ya ocurrió en dos casos en los que había testigos y testimonios contundentes: la trama rusa y el financiamiento a la campaña de Giammattei con sobornos de empresas de construcción, que recibieron a cambio obras durante los últimos dos años.

En el primer caso, el testigo tuvo que salir al exilio y fue una de las causas de la caída de Juan Francisco Sandoval de la Feci.  En el segundo, poco se supo del testigo, pero aparentemente fue convencido de cambiar su versión y la jueza Aifán, que conocía el caso, tuvo que huir también para no ir a parar a la cárcel.

No quiero dejar pasar por alto el papel de la prensa oficialista, especialmente los medios de Ángel González, que solo presentan el lado bonito (¿?) del Gobierno y distraen a la opinión pública en momentos importantes.  Es la estrategia que usa Gonzálerz en todos los países donde opera.

La terquedad lleva al despeñadero.  Supe de la investigación de Estados Unidos sobre Portillo cuando aún era presidente.  El embajador en aquel entonces, John Hamilton, sabía del bien documentado caso en contra el mandatario guatemalteco, pero con calma esperaron a que dejara el cargo para ir tras él por lavado de dinero, dinero producto de sobornos recibidos de Taiwán… aunque hubo mucho más.

El lunes se pudo ver la euforia de personajes de la alianza oficialista cuando Giammattei anunció la reelección de Porras.  Sin embargo, cabe preguntarse: … Si Consuelo Porras es tan buena como Giammattei dice, ¿qué gana Estados Unidos oponiéndose tanto a su gestión? y, sabiendo que hay tantos señalamientos en su contra, ¿por qué Giammattei la sostiene en el cargo contra viento y marea a pesar de las consecuencias?

Piensa mal y acertarás.  Todo indica que ambos tienen mucho que esconder y están dispuestos a protegerse, ¡cueste lo que cueste!… porque cosas peores les pueden salir del closet.

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