A menudo escuchamos esta nueva pregunta: ¿Cómo lees vos el caso de …? Esta pregunta es válida tanto para abrir una conversación, ya sea sobre Donald Trump, sobre lo que nos sucede como país, como familias o, simplemente, como personas y entre amigos.
Es un hecho, leer la realidad se ha convertido en una especie de nuevo alfabeto que ahora anda de boca en boca, no sólo de quienes se dedican a entrevistar a líderes de opinión, sino en cualquier conversación trivial. Ya, pues, no preguntamos qué pensás de…, sino como lees lo que está pasando con …?
La verdad es que este tema, de saber o no saber leer la realidad, nos lleva hasta las fronteras de la filosofía y, especialmente, a reconocer que lo más importante en la vida es cómo vamos interpretando cada instante que vivimos. Nuestra vida, la de nuestros hijos y familias, depende de la capacidad que tengamos para leer lo que está pasando a nuestro alrededor y, también, y mucho más importante aún, lo que nos está pasando adentro de nosotros: ese mundo interno que vamos cargando con nosotros a cualquier lado que vayamos como esos caracoles invasores que viven adentro de su concha.
En lo personal, a mí me encanta cómo dejó el Popol Vuh, en los mitos de los gemelos que bajaron al Xibalbá, un código secreto para poder interpretar la realidad que vivimos cuando estamos en situaciones donde nos jugamos la vida a cada momento, y donde, saber leer la realidad, puede resultar en crear o morir.
Me encanta la escena cuando los gemelos bajan a Xibalbá y tienen que escoger uno de los cuatro caminos. En lugar de tomar ellos la decisión, dejan que un mosquito, una diminuta especie de la naturaleza, elija por ellos. El mosquito toma el camino negro, de las otras tres opciones que tenían a la mano: el camino blanco, el amarillo y el rojo. Después, cuando tienen que enfrentarse a una prueba máxima de conocimiento, que consiste en saber los nombres de los 12 señores de Xibalbá, otra vez, dejan que el mosquito sea quien los guíe. Por supuesto que el mosquito cumple con esta delicada misión a perfección. Cuando los retan a dar los nombres de los señores de Xibalbá, los gemelos hacen los saludos sin equivocarse y, por eso, no son derrotados. Para el maya de aquellos tiempos, no saber crear la realidad, no saber interpretar ni leer el momento preciso, significaba estar derrotado, haber fracasado, morir. Esta, creo yo, es una tremenda lección.
Cuando nosotros, los que hemos sido formados en la manera de pensar Occidental, este tipo de historias no tienen sentido y son tomadas a la ligera, como primitivistas, näive, y damos por sentado que se trata de una manera de leer el mundo propia de la era de la piedra — ignorante y más—.
Aunque no lo creamos, esta historia de los gemelos está en el centro de la interpretación de la nueva manera de ver el mundo desde la física cuántica. Por eso es que es tan fascinante pensar que el mundo maya de ayer, y el mundo de quienes van al frente de las ciencias de hoy, en lugar de separarse, están ahora más juntos que nunca.
Para David Bohm, uno de los grandes pensadores de la física moderna, cuyos esfuerzos fueron poner a los cuanta de acuerdo con la teoría de la relatividad de Einstein, la idea del mosquito salvador resultaría especialmente apropiada para dar un ejemplo de lo que significa que todos nosotros, además de tener una personalidad ya hecha, tenemos a nuestra disposición, como los electrones que se mueven en el mundo sub-atómico, varias otras personalidades exploradoras que utilizamos antes de dar un salto a una realidad mayor. Este salto a una realidad mayor, es el famoso salto cuántico.
Pues bien, todos, y con esto quiero decir desde los sapos hasta las guacamayas y nosotros los humanos, antes de saltar hacia lo incierto, poseemos una especie de séquito de exploradores, llamados feelers, que van anticipadamente en busca de las mejores opciones que tenemos para saltar a nuestra siguiente fase de evolución.
Todo lo que vemos, incluyéndonos a nosotros mismos, deberíamos saber leerlos no como seres definitivos y terminados, sino como feelers, que, o están a punto de saltar, o ya saltaron. ¿No es esta una linda manera de leer cómo el universo se va desenvolviendo a la par de todo lo que nos ocurre a cada instante. Tú y yo, no somos ni tú ni yo, somos feelers que acaban de dar un salto al vació. ¿Qué les parece?