«A Diego Maradona lo llevo en la piel, quiero darle un homenaje en vida», dice Guillermo Rodríguez en su pequeña pizzería bautizada «Siempre al 10», mientras se hace el décimo tatuaje dedicado al ídolo argentino que cumple 60 años y al que sueña poder abrazar.
En su modesta ‘minipizzería’, como la llama, en Los Pinos, un barrio de calles de tierra y casas bajas en las afueras de Buenos Aires, este pizzero hincha de Boca Juniors de 42 años se somete a su tatuador que le dibuja un ’10’ en su brazo izquierdo con el rostro de Maradona en el centro del cero.
«Este tatuaje lo elegí por los 60 de Diego. Es como darle un regalo a él», dice sentado en su local donde reinan fotos y dibujos del excapitán de la selección argentina y cuyo logo es una silueta del ídolo.
La pizza «Siempre al 10», y «La montaña del 10», un plato de papas fritas con queso chedar y longaniza, son las especialidades de la casa. «Si un cliente me discute a Maradona, no le vendo», amenaza.
El confinamiento obligatorio por la pandemia del coronavirus le permitió cumplir el sueño de abrir su propia pizzería frente a su casa y dejar de viajar a diario en tren y autobús hasta el centro de la capital, a unos 40 km.
Herencia
Debajo de una camiseta celeste del Napoli de Italia, del que se hizo hincha por Maradona, el pizzero tiene su espalda toda tatuada: «Representa la historia de la vida de Maradona», explica.
El primer tatuaje del ‘Pelusa’ se lo hizo hace una década, pero ya en 1997 se había dibujado en el hombro derecho el rostro del Che Guevara, imitando a Maradona, a quien reivindica por «lo que él dio en la cancha».
Sin pasión futbolera en el origen, el tatuador Juan Rojas también se fue convirtiendo al credo. «Guillermo me transmitió la pasión. Me encantaría que me consideren el «Tatuador de los maradonianos», afirma.
En el mismo brazo donde Rojas va delineando el número 10, Rodríguez tiene inscripto «Maradona Dios». Su hijo mayor, Axel, de 22, tiene el mismo tatuaje. Se lo hicieron juntos en 2015. «El me vio llorar por Maradona, lo llevé a la cancha y se unió a la pasión», explica el padre.
Los dos menores, en cambio, desafían la herencia. Uno sigue a Cristiano Ronaldo y el otro es fanático de Lionel Messi y del Barcelona. «Es generacional», se resigna Rodríguez.
Dios del fútbol
Guillermo Rodríguez tenía 9 años cuando Maradona alzó la copa del mundo en México-1986, pero recuerda perfectamente su deslumbramiento por el capitán argentino. En especial, los dos tantos a Inglaterra en cuartos de final (2-1): el primero, la célebre «mano de Dios», y segundo, el que fue calificado como el mejor gol de la historia de los mundiales.
«Los dos fueron importantes por lo que estuvimos pasando con Inglaterra. Si me das a elegir, elijo esos dos goles toda la vida», dice este hombre nacido en Tucumán (norte) que tenía 4 años en 1982 cuando se libró la guerra que enfrentó a Argentina y Gran Bretaña por la soberanía de las Islas Malvinas.
Tan emblemático es ese gol con el puño izquierdo de Maradona, que es el que Rodríguez tuvo que replicar en 2017 a modo de bautismo para ser aceptado como miembro de la Iglesia maradoniana, una suerte de religión de los cultores del ’10’. «Los maradonianos somos los hijos que nunca le vamos a reclamar nada», explica.
«Maradona es Dios en el fútbol. Lo que hizo en la cancha no lo va a hacer nadie más. Maradona es Maradona y lo amo. Lo amo más que a mi vieja y a mi viejo. Es una locura, pero una locura sana, no tiene explicación», declara su fe.
Cada 30 de octubre, los fieles de la Iglesia Maradoniana celebran el cumpleaños de su Dios, que este viernes cumple 60 años. La imposibilidad de reunirse por la pandemia decidió a Rodríguez a hacerse su décimo tatuaje.
«Lo vi jugar pero nunca tuve la oportunidad de decirle gracias. Lo único que pido es abrazarlo», ruega.