El dirigente estudiantil Lesther Alemán, un exiliado símbolo de la oposición nicaragüense en las protestas de 2018 desde que desafió al presidente Daniel Ortega a renunciar, dijo que regresó a Managua este lunes para apoyar a la unión opositora, pese a las amenazas en su contra.
«Tenemos que construir lo que nos une lo más pronto posible porque Nicaragua continúa en resistencia» y el pueblo «no merece que la crisis se prolongue», declaró el joven de 21 años en una entrevista con AFP, tras su arribo a Managua.
Alemán regresó en momentos en que la opositora alianza Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), que integran más de 70 grupos adversos al gobierno, busca fortalecerse para trazar una salida a la crisis que vive el país.
«Si estamos en el mismo frente bajo el mismo enemigo, lo que nos une nos tiene que fortalecer. Ningún sector va a poder enfrentar a Ortega de manera unilateral, todos nos necesitamos», aseguró Alemán.
Su regreso a Managua sorprendió a las autoridades, que aumentó la presencia policial en la capital, sobre todo en el hotel donde se aloja Alemán para iniciar lo que llamó una vida «semiclandestina» tras pasar un año exiliado en Estados Unidos, Costa Rica y otros países.
«Yo tenía mi sueño de volver», expresó. «El mayor nivel de emoción que yo pude tener hoy fue al momento de aterrizar, decir estoy aquí», comentó el joven alto, delgado y de voz fuerte.
Alemán fue uno de los rostros más visibles de la oposición durante las protestas antigubernamentales de 2018, después de participar en el primer diálogo que el gobierno abrió con la oposición en mayo del 2018.
En esa ocasión se convirtió en la figura más emblemática de los jóvenes que iniciaron el movimiento de protestas, cuando increpó a Ortega, en su presencia, a cesar la represión y a dimitir de su cargo.
Se fue del país en septiembre del 2018, tres meses después de que el gobierno ofreciera una recompensa de 55.000 dólares a quien ayudara a las autoridades a detenerlo, según contó.
Alemán dice estar consciente de que pueden detenerlo, pero que está decidido a seguir luchando.
«El miedo para mi es administrable, del miedo no dependen mis decisiones» ni «me va a inmovilizar», subrayó tranquilo, mientras observaba de lejos a los policías que se apostaron frente a su hotel.
Durante su exilio denunció en foros internacionales al gobierno de Ortega por violar los derechos humanos en la represión contra las manifestaciones que estallaron en abril de 2018.
Las protestas comenzaron contra una reforma del seguro social que devino en una demanda de salida del mandatario, quien gobierna desde 2007 bajo acusaciones de nepotismo y corrupción.
Según grupos de derechos humanos, la represión dejó al menos 325 muertos, cientos de encarcelados y cerca de 70.000 exiliados.
En medio de la represión
Alemán considera que el mayor desafío de la oposición tras más de año y medio de «resistencia», es organizarse y mantener la presión contra el gobierno en medio de «la represión sistemática que no cesa, y el cansancio en la ciudadanía con la doble crisis política y económica».
Aunque reconoce que la movilización popular actualmente es «mínima», por la represión, continúa siendo un «desgaste» para el gobierno.
«El gobierno va por inercia en un debilitamiento y la oposición se tiene que fortalecer y no ir también por inercia en el deslome», estimó.
Abogó por una oposición que «pueda acoger a aquel que todavía sigue indeciso, a aquel que no se identifica porque tal ve espera ver un rostro», como para «los que se han comprometido con la lucha».
Admitió que en Nicaragua no hay condiciones para un retorno seguro de los exiliados, y que su regreso fue una decisión personal.
Negó ser un «golpista», como llama el gobierno a los nicaragüenses que participan en las protestas, así como haber recibido financiamiento exterior.
«Me considero un joven estudiante que desea un futuro para Nicaragua», concluyó Alemán, quien cursaba la carrera de comunicación antes de verse envuelto en la ola de protestas.