El artista cubano Luis Manuel Otero, acusado de «ultrajar los símbolos patrios» en una performance, fue liberado el sábado, casi dos semanas después de una detención cuestionada incluso por personalidades cercanas al gobierno.
«Por suerte fueron 12 días. Vamos a seguir trabajando, haciendo arte libre, por una realidad libre, por un mundo libre (…) un arte que aporta a la realidad cubana», dijo Otero en una entrevista en video al portal de internet El Estornudo.
Aseguró que desconoce en qué condición quedan los cargos que se le imputan.
El viernes, Amnistía Internacional (AI) había pedido a Cuba que «libere inmediata e incondicionalmente» a Otero, y lo consideró como un «prisionero de conciencia», calificativo que el gobierno rechaza.
Otero, quien se define como «artivista» (artista y activista) fue acusado de atentar contra la bandera cubana en una controvertida performance, y de «dañar» la propiedad social al resistirse al arresto de la policía.
En su obra, difundida en algunos sitios de internet, Otero usa la bandera en su cotidianidad: como un cobertor para dormir, como una toalla de baño para la playa o apoyada en sus hombros mientras está sentado en un inodoro.
Su detención el 1 de marzo, cuando pretendía participar en una manifestación, suscitó protestas en la redes sociales, incluidas las de varios artistas defensores de la revolución cubana como el cantautor Silvio Rodríguez y el pintor Alexis Leyva, conocido como Kcho.
El gobierno cubano considera a Otero un disidente al servicio de Estados Unidos, en momentos de alta tensión diplomática entre Washington y La Habana.
«No es un artista», tuiteó el director general del Departamento de Estados Unidos de la cancillería, Carlos Fernández de Cossío. «Es un individuo pagado y dirigido por el Gobierno de EE. UU. para desafiar la ley en Cuba y los valores que Cuba atesora», agregó.
Según la ONG Cubalex, citada por AI, en los últimos 30 meses las autoridades han detenido al artista de forma arbitraria más de 20 veces.
Otero es uno de los fundadores del Movimiento San Isidro, un colectivo creado en La Habana Vieja en 2018, en respuesta a un polémico decreto oficial que obliga a los artistas a profesionalizarse y vincularse con el Ministerio de Cultura.