Sin los rayos de sol primaverales y la temperatura agradable que los acompaña, la tierra batida parisina se convierte en más pesada y lenta por la humedad y el frescor del otoño. Las condiciones de juego se transforman, por lo que los jugadores buscan soluciones a un Roland Garros diferente.
«No hay secreto, todos los jugadores lo sienten, es el comienzo del otoño, la semana pasada hizo bueno pero esta semana llueve, entre 12 y 15 grados, por lo que las pistas están superlentas, pesadas y las bolas se hacen grandes», describió el ruso Karen Khachanov, 16º mundial, cuartofinalista el año pasado y en octavos de la presente edición.
«Las bolas (Wilson ha reemplazado a Babolat como proveedor) son bastante pesadas, hace frío, humedad, esta combinación no ayuda», señaló el octavo jugador mundial, el italiano Matteo Berretini, sorprendido en la tercera ronda por el 186º ATP, el alemán Daniel Altmaier.
En la rueda de prensa previa al torneo, Nadal habló de las condiciones «más difíciles» en las que ha jugado en Roland Garros, señalando la meteorología -frío, lluvia y viento- y las nuevas bolas, que describió como «piedras», peligrosas para codos y hombros.
Es una evidencia que con las condiciones otoñales la bola viaja más lento, por lo que es más difícil hacer la diferencia, y bota menos, especialmente con el ‘lift’, el arma de destrucción masiva de Nadal en París, donde ha ganado en 12 ocasiones.
Hay que tener paciencia
«Es difícil lograr golpes ganadores, hay que construir mucho los puntos», añadió Khachanov, anticipando un torneo con «muchos intercambios» y «más físico que de costumbre».
«Al principio me precipitaba, intentaba acabar rápido el punto, pero es imposible en estas condiciones. Después me dje ‘Ok, no importa el tiempo que duren los intercambios, solo tienes que pelear y golpear tantos golpes de derecha como puedas'», señaló tras la primera ronda la holandesa Kiki Bertens (8ª).
Algunos, como Berretini o Petra Kvitova (11ª), han optado por disminuir la tensión de sus cuerdas con el objetivo de aumentar el efecto trampolín para ganar en potencia, aunque pierdan un poco de control.
«Estas condiciones igualan a todo el mundo, ayuda a algunos jugadores a entrar en la pista porque se sienten menos desplazados por el lift», añadió Khachanov.
La dejada, receta de Djokovic
Excepción a la norma, el austriaco Dominic Thiem (3º), reciente ganador del US Open, ama el Roland Garros otoñal: «En Austria tenemos muchos días así, cuando jugaba en Futures (tercera división del tenis), en marzo en Croacia o en República Checa por ejemplo, había muchos torneos en condiciones similares. Diez o quince grados, bolas pesadas, no es nuevo para mí».
«Adoro cuando la pista no está muy rápida y tengo tiempo para preparar mi juego en el fondo de la pista», añadió.
Jugadores de escasa talla, como el argentino Diego Schwartzman (1.70 m), que eliminó a Rafael Nadal en cuartos de Roma, en condiciones similares, agradeció que «la bola no bote muy alto».
La situación cambia para los grandes sacadores. «No pueden generar mucha potencia y lift», describió la griega Maria Sakkari (24ª).
Novak Djokovic, un camaleón capaz de adaptarse a cualquier pista, tiene su receta: la dejada.
«En tierra batida los jugadores tienen tendencia a retroceder para tener más espacio y tiempo porque la bola bota más alto que en otras superficies. Aquí el rebote es más bajo por las condiciones», señaló el número mundial, por lo que la dejada es «un golpe muy importante».