«Lo hice para divertirme, pero quién sabe si viviré de esto más tarde», dice Danique Bailey, londinense de 18 años que pertenece a una nueva generación que se apasiona por la poesía, un arte redescubierto gracias a las redes sociales.
El año pasado, la adolescente fue recompensada por el Foyle Young Poets of the Year Awards, concurso internacional que ha distinguido a 100 jóvenes de 11 a 17 años entre ellos unos 6.000 candidatos de 83 países. Se hizo conocer por un texto que evoca con picardía la pronunciacion en inglés de «banane plantain» (plátano).
«Mucha gente, incluso yo, se interesaron por la poesía con las redes sociales», afirma a la AFP la joven, que ve en ello una forma «divertida» de expresarse en pequeñas dimensiones.
No es la única «milenial» (persona nacida entre 1980 y 2000) que ha redescubierto este arte: en Reino Unido, las ventas de obras de poesía aumentaron 66% entre 2012 y 2017. El año pasado, 1,3 millones de libros de poesía fueron vendidos, un alza del 12%, según estadísticas de Nielsen BookScan. Dos tercios de compradores tenían menos de 34 años.
Para Judith Palmer, directora de la Poetry Society, una asociación que tiene por objetivo promover este arte, «la gente se inclina hacia la poesía pues plantea interrogantes existenciales en una época de incertidumbres».
Pero además del fondo, la forma cuenta también: «Hay por supuesto largos poemas, pero sobretodo cortos y es muy fácil leerlos en un teléfono y compartirlos en las redes sociales», explicó.
Entre ellos, «Instagram es a veces el lugar donde los jóvenes descubren la poesía», según investigaciones efectuadas sobre el público joven por la Poetry Society, indicó Palmer a la AFP.
Entre las estrellas de esa red social figura la canadiense nacida en India Rupi Kaur, de 26 años, quien cuenta con 3,7 millones de abonados.
Su libro «Milk and Honey» («Leche y miel»), que mezcla poesía, prosa e ilustraciones, tuvo un gran éxito en Reino Unido, aumentando la cifra global de ventas de poesía.
Compartir emociones
Para Palmer, la juventud y el origen étnico diverso de los «Instapoetas» hacen tomar conciencia a los adolescentes de que «los poemas no están todos escritos por hombres blancos muertos hace dos siglos».
Los aficionados comparten grabaciones de audio o videos en Twitter o Youtube y «muchos son los que realizan playlists de poemas que escuchan en sus teléfonos o sus tabletas», afirmó.
Aprovechando el fenómeno, la Biblioteca nacional de poesía en Londres organizó el año pasado una exposición consagrada a la poesía en Instagram, algo inédito.
«Fuimos desbordados por las candidaturas» de poetas que presentaron sus obras, recuerda Chris McCabe, documentalista.
Se sorprendió por su creatividad: poemas con tonalidad política o inspirados por la naturaleza, escritos con letras magnéticas o con máquina de escribir, acompañadas por fotos, videos o ilustraciones.
Con relación a la poesía tradicional, «el lenguaje en Instagram es a veces más simple y más visual», describe. «Lo que es totalmente nuevo es la manera como el poeta interactúa con sus lectores».
«La mayor parte del tiempo comparto algunas líneas y eso tiene un impacto», dice a la AFP Nikita Gill, de 32 años, muy popular en Instagram, donde cuenta con 539.000 abonados.
Para esta indo-británica autora de «Great Goddesses» (Grandes Diosas), una colección de poesía y de prosa que vuelve a los mitos y leyendas, esta nueva forma de comunicar «barrió en cierta forma la idea de que no se puede leer poesía si uno no es diplomado en literatura».
Ya sea que adopten la forma muy codificada del haikú (breve poema originario de Japón) o expresen sus emociones en largos textos, «la única cosa» que los «Instapoetas» tienen en común «es que todos agregamos nuestro toque personal a lo que compartimos», dice Gill, que realiza también las ilustraciones que acompañan sus escritos.
«Compartir algo muy personal conmueve a mucha gente», dice, y por eso anima a los poetas en ciernes a «no tener miedo» y a lanzarse.