Los investigadores que estudian el modo en que emitimos juicios morales han comprobado que las personas más preocupadas por contagiarse de COVID-19 desaprueban más las acciones incorrectas de los demás, independientemente de lo que hagan mal.
Los investigadores afirman que sus resultados demuestran que nuestra moralidad está determinada por diversas emociones e intuiciones, entre las que destacan las preocupaciones por la salud y la seguridad. Esto significa que nuestros juicios sobre las malas acciones no son completamente racionales.
El estudio, publicado en la revista ‘Evolutionary Psychology‘, no se centró en los comportamientos relacionados con la pandemia en sí -como el distanciamiento social-, sino que consideró una amplia gama de transgresiones morales.
Muestra
Entre marzo y mayo de 2020, se presentó a más de 900 participantes en el estudio en Estados Unidos una serie de escenarios y se les pidió que los calificaran en una escala que iba de «nada malo» a «extremadamente malo». Esto permitió a los investigadores medir las respuestas de los participantes en cinco principios morales clave: daño, justicia, lealtad al grupo, deferencia a la autoridad y pureza.
Entre los ejemplos de escenarios se encuentran el de la lealtad: «Ves a un hombre que deja el negocio de su familia para ir a trabajar con su principal competidor»; y el de la equidad: «Ves a un inquilino que soborna al propietario para ser el primero en pintar su apartamento».
Posibilidad
Las personas que estaban más preocupadas por la posibilidad de contraer COVID-19 juzgaron que los comportamientos en estos escenarios eran más incorrectos que los que estaban menos preocupados.
«No hay ninguna razón racional para juzgar más a los demás por el hecho de estar preocupado por enfermar durante la pandemia», afirma la profesora Simone Schnall, del Departamento de Psicología de la Universidad de Cambridge, autora principal del informe.
Y añade que «estas influencias en los juicios ocurren fuera de nuestra conciencia. Si sentimos que nuestro bienestar está amenazado por el coronavirus, es probable que también nos sintamos más amenazados por las malas acciones de otras personas: es un vínculo emocional», asegura.
Asco físico/ condena moral
Los hallazgos contribuyen a un creciente cuerpo de evidencia de un vínculo entre el asco físico –una emoción diseñada para evitarnos el daño– y la condena moral.
«El asco es una emoción que pensamos que evolucionó para protegernos del daño, evitando un baño sucio que podría contaminarnos con una enfermedad, por ejemplo. Pero ahora la aplicamos también a las situaciones sociales, y podemos sentir repulsión física por el comportamiento de otras personas», explica Robert Henderson, estudiante de doctorado y becario Gates del Departamento de Psicología de la Universidad de Cambridge y primer autor del informe.
«La relación entre la preocupación por el COVID-19 y la condena moral tiene que ver con los riesgos para el bienestar –apostilla–. Si uno es más consciente de los riesgos para la salud, también es más consciente de los riesgos sociales, es decir, de las personas cuyo comportamiento podría perjudicarle».