«Toda mi vida es virus», resume la investigadora argentina Viviana Parreño, líder de un equipo científico que halló cómo neutralizarlos a partir de nanoanticuerpos ‘cultivados’ en llamas, una experiencia que busca aportar a la lucha contra la covid-19.
Mientras la comunidad científica busca contrarreloj una vacuna para frenar la pandemia que ha matado a cientos de miles de personas en el mundo, el equipo de 17 científicos, casi todas mujeres, se aboca a desarrollar una herramienta complementaria.
Estas domadoras de virus ya encontraron cómo neutralizar el rotavirus y el norovirus, ambos asociados a graves tipos de grastroenteritis, y consiguieron anticuerpos para la influenza H1N1.
Para esos virus desarrollaron y patentaron productos elaborados a partir de anticuerpos de llamas, un camélido andino, más sencillos de extraer, aislar y replicar en laboratorio respecto a los de otros mamíferos.
Llamas entre algodones
En Castelar, a 40km al oeste de Buenos Aires, un corral alberga a las cinco llamas jóvenes que sirven al experimento. Allí las mantienen entre algodones porque el estrés impacta en el sistema inmunológico, igual que en humanos.
«Queremos generar una molécula, que es un anticuerpo, un biofármaco, capaz de neutralizar la infección por coronavirus ya sea en un estadio temprano o tardío», explicó a la AFP Marina Bok, viróloga y miembro del equipo que trabaja en la investigación con camélidos desde hace 15 años.
En el laboratorio de Desarrollo de Nanoanticuerpos de Aplicación Biotecnológica, un centro que depende del estatal Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA), se respira entusiasmo.
«Pensamos desarrollar una solución para nebulizaciones que ingrese por vía respiratoria para pacientes que van a estar expuestos al virus o que transitan un estadio temprano de la infeccción», expresó Bok.
Y en una segunda etapa «un inyectable endovenoso capaz de neutralizar el virus en otros órganos cuando la enfermedad está avanzada», dijo.
El proyecto está en la etapa de inmunización de los animales a los que ya se los inoculó la proteína inactivada del virus. Se les extrae muestras de sangre para identificar los anticuerpos y luego se individualiza el código genético para replicarlo y adaptarlo a la genética humana.
El proceso llevará varios meses y se puso en marcha una semana después de que Argentina entrara en cuarentena el 20 de marzo.
Bélgica fue pionero en el desarrollo de nanoanticuerpos a partir de camélidos, Estados Unidos también lo ha logrado, pero Argentina busca un camino propio.
«Tenemos la misma posibilidad de desarrollarlos y si logramos encontrar un anticuerpo distinto al que ya fue hallado en Bélgica o Estados Unidos podemos patentarlo y sumar una herramienta a las que ya existen», explicó Parreño.
Experiencia en pandemias
«En la pandemia de influenza en el 2009 hicimos nanoanticuerpos contra el virus N1H1, así que cuando se inició esta nueva pandemia ya teníamos bastante más idea de cómo proceder para covid-19», señaló Parreño, que con 50 años lleva más de dos décadas dedicada exclusivamente a estudiar virus.
De niña quería ser astrónoma y soñaba con descubrir un nuevo planeta, pero «la bioquímica me dejó atrapada en el microcosmos de los virus adonde encontré un mundo escondido» relató.
El primer logro llegó a partir de 2005 cuando el equipo probó con rotavirus. «Encontramos un anticuerpo maravilloso. Hacía algo que nunca antes otro laboratorio había descubierto: entrar a un canal del virus y destruirlo no importa la variante, es decir una herramienta universal».
«Fue el primer hito de nuestra trayectoria y lo patentamos, después fuimos por el norovirus y la influenza y ahora el covid-19», enumeró Parreño.
«Lo que queremos es que al final de este camino cada uno de esos trabajos sea un frasquito que la gente pueda usar para prevenir o curar esas infecciones virales. Queremos salvar vidas», resumió.
«Primera vez»
La pandemia aunó esfuerzos científicos. «Por fin la humanidad encontró un tema para ponerse de acuerdo y todos trabajar hacia un lugar», subrayó Parreño.
«Es la primera vez en la historia científica que se corre a esta velocidad. Una vacuna por lo general lleva 15 años de desarrollo», comentó.
También «es la primera vez que se comparte todo lo que se va descubriendo. Antes cada grupo avanzaba en secreto, ahora estamos todos compartiendo porque la idea es hacer algo muy rápido, sacar una vacuna para el próximo inverno del hemisferio norte y luego probarla en Sudamérica. Eso es inédito», subrayó.