Pedimos permiso a los estimados lectores de Crónica para trasladar a la próxima entrega la parte final del artículo La célula básica de la corrupción, que iniciamos en la edición del 19 de febrero. El motivo es compartir con ustedes, en este quinto Viernes de Cuaresma, algunos datos sobre uno de los momentos cumbres de la Semana Santa antigüeña, de cuyas prácticas devocionales participamos desde hace muchos años con mi hijo y mis nietos.
Ese momento es el paso de la majestuosa anda de Jesús Nazareno de la Merced por la Calle Ancha de los Herreros, en su procesión penitencial de Viernes Santo, que por una serie de características singulares, es uno de los cortejos más solemnes y tradicionales de la Semana Santa guatemalteca. Y el paso del Nazareno sobre las espléndidas alfombras que elaboran los vecinos de la Calle Ancha, se convirtió en la imagen emblemática de la Semana Santa de Antigua.
La tarjeta de presentación de las procesiones antigüeñas es el momento cuando, con el cerro de El Portal, al fondo, el anda portada por 80 cucuruchos, pasa sobre alguna de las nueve alfombras que convierten la calle en un efímero y maravilloso tapiz. Alfombras únicas por la complejidad de su trama, el colorido y la precisión de su manufactura.
Sobre la 1a. del antañón barrio de El Chajón, inmediatamente antes del árbol conocido como El Pimental, comienza la serie con la alfombra confeccionada por la familia Orenos, que por derecho propio, pertenece a ese inigualable conjunto. A continuación, sobre los aproximadamente 250 metros que hay entre El Pimental y la esquina de Zacateros, se suceden ocho alfombras, producto del arte y la devoción de las familias Carcuz, Armas, Rodríguez, otra familia Armas, Alvarez, Montiel, Andrade y Mendoza, esta última dedicada por sus familiares a la memoria del legendario futbolista antigüeño Mediacuta Mendoza.
Son nueve alfombras, de entre 20 y 25 metros de largo cada una, que llevan unas doce horas de trabajo y son terminadas a eso de las ocho de la mañana, unas dos horas antes del paso de Jesús de la Merced. La alfombra de la familia Rodríguez es dirigida por don Jaime Rodríguez, quien también fabrica moldes de todo tipo de diseño y medida, para alfombreros de todo el país y, al igual que don Julio Orenos, los invitan para confeccionar alfombras de los altares de las velaciones de las imágenes de Jesús y de la Virgen María. Del arraigo y continuidad de esta manifestación artística, da fe la alfombra de la familia Montiel, que fue elaborada por vez primera en 1930.
Muchos se preguntan el motivo del nombre de la calle, pues no funciona en ella ningún taller de herrería. Según cuenta en su “Miscelánea Histórica” (1978) el recordado e ilustre historiador José Joaquín Pardo, fundador del Archivo General de Centroamérica, se debe a un interesante antecedente en materia de ordenación urbana, adoptado en octubre de 1669 por el Ayuntamiento de Santiago. El protomédico de la ciudad, quien también era contable de varios conventos, se quejó del ruido y molestias que le causaban dos herreros vecinos, que le impedían dedicarse con tranquilidad a sus labores y al estudio. Con el voto en contra de uno, el resto de regidores —como se conocía hasta hace poco a los actuales concejales— acordaron que todos los herreros y herradores de la ciudad se trasladaran, en el término de un mes, a la Calle Ancha que conducía a la milpa de Jocotenango. Y era apropiado su nombre, pues superaba en anchura —un máximo de 20 metros y un mínimo de 10— al resto de calles de la traza urbana. Los afectados apelaron ante la Audiencia, presentando el testimonio en sentido contrario de un maestro de cirugía, también contable de otros conventos, calificando de tocado al quejoso, pues lo veían hablar solo por las noches. Pero el máximo tribunal ratificó la orden de los ediles y para noviembre de 1669 todos los talleres se habían trasladado a esa calle que hoy, gracias a los alfombras del Viernes Santo, es mundialmente famosa.