Lang Lang se atreve por fin con las Variaciones de Bach tras 27 años de trabajo

Después de tres décadas de esfuerzo, Lang Lang, la ‘pop star’ mundial del piano, lanzó su versión de las Variaciones Goldberg, una «maravillosa composición» para «remediar» la locura de la era covid.

Al teclado desde los 3 años, el más famoso de los músicos chinos cuenta, en una entrevista con la AFP, su vida de concertista -privado de los escenarios a causa de la pandemia- y promete que sus hijos harán lo que quieran… siempre y cuando aprendan a tocar el piano.

Para enfrentarse al monumento que suponen las «Variaciones», una de las piezas más difíciles del repertorio por su gran variedad de estilos, Lang Lang bebió de su pasado de niño prodigio.

«Toqué tantísimo a Bach cuando era pequeño», recuerda, apoyado en un Steinway, en un gran hotel de Pekín.

Las 30 Variaciones, Lang Lang las tocaba «ya a los 10 años» y se las sabía de memoria siete años después. «Memorizarlas no fue tan difícil, porque empecé pronto», explica.

«Muerto de miedo»

Pero de ahí a atreverse a grabarlas…

«Me ha tomado 27 años estar preparado», lanza, rompiendo a reír. «Nunca había trabajado una obra tanto tiempo».

Y es que la técnica es una cosa, pero apoderarse de la música, hacerla suya, es otra.

«He esperado durante años para conocer mejor la pieza. Cuando empezaba a grabarla, estaba muerto de miedo y grababa otra cosa», cuenta. 

«Si no siento que una obra se vuelve parte de mí, si no la entiendo a fondo, no me siento cómodo para grabarla».

  • El álbum, distribuido por Deutsche Grammophon, consta de dos partes.
  • Una versión estudio y una versión concierto, registrada en marzo en la iglesia de Santo Tomás de Leipzig, feudo de Johann Sebastian Bach, donde el compositor alemán está enterrado.
  • Duración récord del concierto (tocado sin partitura, por supuesto): 95 minutos.

«Poder de curación»

El pianista, nacido en Shenyang (noreste) en 1982, se hizo un nombre con los grandes compositores románticos.

Pero, para él, Bach (1685-1750) es el más apropiado para nuestra época, trastornada por la epidemia de coronavirus.

«La música es un buen remedio en estos tiempos particulares. Bach, si lo comparamos con otros grandes compositores, tiene un poder de curación todavía mayor», apunta.

Con traje de chaqueta ocre y zapatillas a juego, el virtuoso ha seguido trabajando como el que más durante la epidemia, que pasó en Shanghái.

«Volví a estudiar algunas de las grandes piezas románticas que no había tocado desde hacía un tiempo: Rajmáninov, Chaikovski… No se me enfriaron las manos», comenta.

Sobre sus manos, Lang Lang no confesará por cuánto están aseguradas. «Es ridículo, muy caro», admite.

«Lo que más he extrañado son los escenarios», asegura el artista, que solía ofrecer al menos 90 conciertos al año por todo el mundo. En este 2020, tuvo que cancelar más de 70 actuaciones.

«Espero la vacuna, que me la pongan y me voy de viaje», dice, impaciente.

Chopin en París

El niño que ensayaba entre seis y diez horas diarias, hoy no toca el piano más que dos horas, y lo comparte con su esposa, la pianista alemana Gina Redlinger.

La pareja celebró su boda el año pasado en el palacio de Versalles y se compró una vivienda en París.

«Me encanta esa ciudad. Quizá no sea la más importante para la música clásica, al lado de Berlín o de Viena, pero es París la que tiene un mayor sentido artístico», sostiene.

«Un día, estaba tocando Chopin mirando su casa en la plaza de Vendôme y me dije: ‘aquí fue donde compuso algunos temas, es el mismo decorado, la misma luna…'», cuenta.

«Trabajar duro»

Lang Lang, como millones de niños chinos, sufrió la presión de sus padres para que se convirtiera en un as del piano. Ahora, promete no repetir la experiencia con sus hijos. Aunque quizá lo acabe haciendo…

«Si él o ella quiere hacerse pianista, habrá que trabajar duro. No sé si los empujaré a ello o no. No quiero pelearme con ellos», asegura.

Pero ni hablar de que toquen otro instrumento.

«También me gusta el violín, pero el piano es lo mejor que hay: es más fácil para empezar… y luego se convierte en algo verdaderamente difícil».

Pero, pese al sudor vertido sobre el teclado, «cumplí mi sueño, no me arrepiento», defiende Lang Lang.

Cuando se compara con los deportistas de alto nivel, el artista afirma que tiene suerte de estar todavía lejos de la jubilación: «cuando veo a Pollini o Barenboim, que siguen tocando… ¡yo no soy más que un bebé!» 

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