La Red: El BRINDIS del CAPTOR a la medianoche

  • (Parodia del Brindis del Bohemio, pero con personajes reales que han mantenido apresado al Estado de Derecho)

Crispino Picón Rojas

Guatemala llega al umbral de un nuevo año con una mezcla de agotamiento cívico y desafiante esperanza. El pueblo, agotado, con poca esperanza y confundido, intenta recuperar instituciones debilitadas tras años de cooptación, cuando el poder público fue moldeado para servir a intereses particulares, no al bien común.

En la Guatemala de hoy, dominada por la vieja política, surgieron figuras que, lejos de proteger la justicia o fortalecer la democracia, se convirtieron en operadores del retroceso institucional. Muchos de ellos fueron fielmente señalados en la Lista Engel, ese catálogo internacional que retrata, sin poesía alguna, a los personajes que contribuyeron a la corrupción, la impunidad y la erosión del Estado de derecho.

Hoy, cuando se acerca el fin de año, un momento ideal para brindar, estos peculiares personajes se reunieron para brindar por el año que se va, en el que han tenido grandes frutos, principalmente, porque sus rivales, poco han podido hacer contras sus marufias, mafiadas y acciones que no dejan de sorprender.  Ellos representan una etapa en que la fiscalía fue utilizada contra adversarios; el Congreso sirvió para blindar privilegios; los jueces para dictar resoluciones oportunas a los aliados; la universidad pública para consolidar redes de control; y la experiencia de haber estado en la presidencia, oportuna para negociar favores con operadores y estructuras.
En este ambiente irónico y dolorosamente realista, imaginarlos reunidos haciendo un brindis es casi inevitable. Una escena que, en forma de parodia, intenta capturar el espíritu del tiempo que ayudaron a moldear.

El brindis del captor

En el salón sombrío de la vieja cooptación,
cuando el reloj del Estado marcaba la corrupción,
un grupo de personajes —audaces en su gremio—
alzaban copas opacas en un extraño bohemio.

Consuelo Porras, solemne, con gesto de autoridad,
brindaba por la justicia… pero solo en su versión;
por la causa engavetada y la prensa intimidada
,
por el fiscal complaciente y la verdad encapsulada.

Siguió Allan Rodríguez, con tono de legislador:
¡Brindo por las leyes y por el voto a mi favor!
Y las risas transparentaban que brindaba, sin pudor,
por pactos, privilegios y la magia del cajón.

Entonces Álvaro Arzú —el hijo, no el mayor—
levantó la copa fría con su austero fervor:
Yo brindo por mis batallas y cada resolución
que protege mis trincheras… y mi propia reputación.

Después habló Fredy Orellana, la toga como escudo:
Brindo por el caso urgente que hoy debe resolverse;
si el poderoso lo pide, será rápido y certero,
pero si molesta al pacto… se archivará primero
.

Se sumó Alejandro Giammattei, voz de antiguo resplandor:
¡Brindo por la patria firme, por el orden y la razón!
Y porque nadie pregunte dónde quedó la gestión
de los viajes, los contratos… y la discreción.

Rafael Curruchiche dijo: Por la ley alzo mi copa,
por la ley que yo redacto… o interpreto si me toca.
Y brindo por mi salario —que nunca diré a detalle—
y por cada acusación que a mis aliados no estalle
.

Finalmente, Walter Mazariegos —rector por decisión—
brindó por la autonomía… bajo mi administración;
por elecciones sin fecha, por campus bajo control,
y por la USAC como trofeo de su silenciosa acción
.

Las copas chocaron juntas en un brindis sin pudor,
y en el aire se mezclaba el eco turbio del error.
Y al final, ya casi en sombras, dijo un bohemio menor:
Brindo porque un día el pueblo, cansado de esta función,
encienda la luz del juicio… y cierre esta representación
.

La parodia termina, pero la realidad continúa.

El reto para Guatemala será evitar que este brindis del captor vuelva a repetirse.
Que las instituciones recuperen su dignidad.
Que la justicia deje de ser herramienta.
Que la universidad vuelva a ser pensamiento.
Que el Estado de derecho deje de ser una aspiración y retorne a ser una realidad.

Porque la historia demuestra que, mientras ellos brindan, el país resiste.
Y cuando el país despierta, los brindis se apagan.

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