Francisco Sandoval R.
Podría serlo, pero actualmente no lo es, respondo por anticipado; en seguida una prueba: vivimos con el auto engaño de que llegan más de dos millones de “visitantes” a Guatemala; a renglón seguido y con letra pequeña se dice que el 40% de ellos vienen de El Salvador, vale decir a maravillarse con Antigua Guatemala o a comprar repollos y tomates a Zunil, Almolonga y Patzicía para que salgan más sabrosas las pupusas. Hablar de “visitantes” y no de auténticos turistas es una aberración de los “técnicos” que han dirigido cierto feudo.
Constantemente alabamos las bondades de Guatemala como potencia turística: sus riquezas arqueológicas, la cultura maya viva, su belleza natural, su extraordinaria biodiversidad, la variedad de climas, la amabilidad de los chapines. Es cierto, el turista que conoce Guatemala regresa maravillado a su país; con poca plata conoció, viajó, comió, parrandeó y disfrutó un montón. Reafirma lo que el escritor británico Aldoux Huxley escribió en 1932: el lago de Atitlán “es el más bello de la tierra”.
Desde el ángulo de la economía y el bienestar de los habitantes se mencionan las bondades del turismo: su capacidad de derramar beneficios en hoteles, transporte, comedores, restaurantes, guías locales y nacionales, artesanías de todo tipo, y un largo etcétera. Se dice que, después de las remesas, es la segunda fuente de ingresos para el país.
¿Y entonces por qué vienen realmente tan pocos turistas a Guatemala? Países más pequeños (Costa Rica, República Dominicana, Cuba) duplican los que llegan aquí. ¿Por qué Guatemala dice mucho y hace poco en favor del turismo? Como esto puede sonar exagerado, a continuación doy y analizo brevemente algunas pruebas del mal trato que el país da a este sector.
Peso institucional: El sector no tiene peso político ni verdadera prioridad; no se coordina el mantenimiento de carreteras en lugares turísticos; se facilita el asalto; la limpieza de la suciedad y contaminación de esos lugares no es acción seria y coordinada. En los demás países de Centroamérica el turismo tiene real peso en las decisiones de Gobierno. Con mejor visión, en varios países, como Honduras, Bolivia o China se integran las funciones de Turismo y Cultura. Guatemala es de los pocos países del mundo en donde NO existe un Ministerio de Turismo.
Inoperancia del Inguat: Se dice (y se comprueba con datos y ejemplos) que el Instituto de Turismo es un botín político, una caja chica para el compadrazgo, una agencia de empleo. El dinero se gasta en uniformes y viajes de sus empleados, en hacer turismo por parte de sus jerarcas. Como mínimo, esta institución debe ser transformada radicalmente, volverla operativa, algo similar al Intecap.
El más alto impuesto del mundo. Como si no fuera poco el castigo de tener una inoperante institución encargada del sector, el turista que se hospeda en un hotel tiene que pagar el impuesto más alto del mundo: 12% de Iva más 10% para el Inguat: total 22% más ISR. No hay país que cobre un impuesto tan alto por alojamiento en un hotel. Los hoteles, por mandato de una ridícula ley, son los tesoreros del Inguat. Una forma directa de espantar al turista es tocarle la bolsa con cero justificación. ¿Estamos matando la gallina de los huevos de oro?
Competencia desleal. Actualmente la gran plataforma de reservaciones de alojamiento se llama Airbnb. ¿Cuánto pagan de impuesto en Guatemala? Cero. ¿Puede haber mayor ventaja comparativa y competitiva? Además, el Inguat tolera la competencia desleal en lugares turísticos ya que abundan los alojamientos que cobran menos precisamente porque no están registrados. ¿Sabe usted que en Antigua hay 30 escuelas de español y que sus “visitantes” no tributan ni un centavo por alojamiento. Ese esquema se repite en varios otros lugares.
Falta calidad en el servicio. Tenemos mucho que aprender de dos potencias turísticas, México y Costa Rica. Faltan estímulos a la inversión y a la innovación, aunque mucho se habla de ellos. Hace unos tres años alguna persona inteligente del Inguat tuvo la feliz idea de convocar a los agentes de turismo (hoteles, restaurantes, tour operadores) a seguir las normas del Sello Q, en realidad una imitación de Costa Rica; algo bueno al final de cuentas. Con el siguiente gobierno eso se suspendió. Tardaron más de un año en reactivarlo.
Está claro, en la actualidad el turismo solo es una excusa para hacer retórica verbal o escrita: flamantes planes repletos de diagnósticos y cartas a Santa Claus, útiles para la foto y el coctel. La incompetencia provoca licitaciones de marca país y otro montón de asuntos nada complicadas de elaborar internamente si por meritocracia se dirigiera el sector.
Cuando las remesas empiecen a bajar tendremos un remezón que obligará a replantear totalmente lo que hacemos y no hacemos con el turismo. ¿Debiéramos adelantarnos a esa crisis que se avizora a corto plazo?