- Mientras Harvard se resiste y rechaza ceder a las presiones del presidente estadounidense, Columbia sucumbe ante la amenaza de recorte financiero
Desde su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump ha desatado varias ofensivas sin precedentes. ahora ha llegado el turno de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos. Su gobierno ha acusado a centros como Harvard y Columbia de fomentar un ambiente de antisemitismo —especialmente tras las protestas propalestinas por la guerra en Gaza— y ha condicionado su financiamiento federal a cambios drásticos en su administración y su enfoque académico.
El plan de Trump
La estrategia de Trump se basa en ejercer presión financiera e institucional. El gobierno ha:
- Congelar entre US$ 2,000 y US$ 6,000 millones a Harvard, casi todo ese dinero se destina a investigaciones científicas, y está considerando la revocación de su estatus de exención fiscal
- Amenazado con revocar la admisión de estudiantes internacionales si no se colabora con agencias federales.
- Abiertas investigaciones a más de 50 universidades, alegando discriminación hacia estudiantes blancos y uso inadecuado de programas de diversidad e inclusión.
- Condicionado el regreso de fondos a reformas curriculares y mayor presencia de fuerzas de seguridad en campus como el de Columbia.
Harvard: resistencia con consecuencias
Harvard se ha mantenido firme y se niega a cumplir con las exigencias de la administración Trump, a pesar del costo. La congelación de fondos pone en riesgo proyectos científicos clave:
- Investigaciones en curso sobre tuberculosis, que requieren modelos animales altamente sensibles (como monos) podrían ser canceladas.
- Se verían afectadas iniciativas médicas vitales, incluyendo estudios de oncología, neurociencia, salud pública y genética.
- Estos retrasos no solo suponen una pérdida para la ciencia académica, sino que podrían tener efectos reales en la salud pública, al demorar avances cruciales en tratamientos para el cáncer, enfermedades cardiovasculares, enfermedades raras y más.
Como han advertido científicos de Harvard, los recortes no solo paralizarían proyectos, sino que podrían dañar ecosistemas enteros de colaboración entre universidades, hospitales y centros de investigación en todo el país.
Sin embargo, la universidad se niega a aceptar las presiones de la Casa Blanca.
Columbia: entre la presión y la concesión
Columbia, en contraste, optó por acatar las condiciones del gobierno para recuperar aproximadamente 400 millones de dólares en financiamiento. Esto incluyó reestructurar su Departamento de Estudios del Medio Oriente y aceptar una mayor vigilancia federal en el campus.
Aunque exdirectivos como Lee Bollinger han criticado estas medidas como una «toma de poder autoritaria», Columbia priorizó la recuperación de programas esenciales, como:
- Investigación en inteligencia artificial para medicina hospitalaria.
- Proyectos sobre fibromas uterinos, con impacto directo en la salud reproductiva femenina.
Una batalla ideológica con repercusiones nacionales
Más allá del dinero, lo que está en juego es el *modelo de universidad autónoma, plural y científica. Profesores y sindicatos docentes ya han interpuesto demandas contra las nuevas restricciones, denunciando un *ataque a la libertad de expresión y a la diversidad académica.
La presión ha comenzado a surtir efecto en otras instituciones como Ohio State, que ya cerró sus oficinas de diversidad para evitar sanciones.
El enfrentamiento entre Donald Trump y las universidades estadounidenses no es solo financiero. Es ideológico, estructural y científico. La ofensiva del gobierno pone en riesgo la libertad académica, pero también podría frenar décadas de avances en investigación médica. Harvard resiste, Columbia negocia, y muchas otras universidades ahora se enfrentan a una disyuntiva: ceder para sobrevivir o resistir para defender sus principios.
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