Más de 30 grandes grupos mundiales del textil, que representan una de las industrias más contaminantes, lanzan el viernes una coalición para reducir su impacto medioambiental de forma voluntaria, acogida con escepticismo por varias oenegés.
Pesticidas para producir algodón, productos químicos para tintes, CO2 para transportar las prendas a lo largo de miles de km, microfibras de plástico que se desprenden durante los lavados y que acaban en los océanos… todos los procesos de la moda son de alguna forma contaminantes.
El sector es además responsable del 20% de los vertidos de aguas usadas y del 10% de las emisiones de CO2 en el mundo.
El gobierno francés encargó en mayo a François-Henri Pinault, presidente del grupo Kering (número dos mundial del lujo), movilizar a la industria.
Tres meses más tarde, este viernes se presentará un «pacto de la moda», firmado por Adidas, Capri Holdings (Versace…), Carrefour, Chanel, H&M, Gap, Inditex (Zara…), Kering, Nike, Prada, Puma y Stella McCartney, entre otros. El lunes, Pinault lo expondrá en el marco del G7 de Biarritz (sur francés).
No se trata de la primera iniciativa de este tipo. Durante la COP24 de Polonia en 2018, 43 empresas del sector se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero de 30% en 2030.
En este nuevo pacto, los firmantes prometen «dirigir las empresas hacia acciones compatibles con la trayectoria de 1,5 ºC de calentamiento climático, a través de una ‘transición justa’ para alcanzar cero emisiones netas de CO2 en 2050».
El texto identifica campos de acción para «atenuar el cambio climático y adaptarse», «invertir la curva de la pérdida de biodiversidad en 10 años» y proteger los océanos con objetivos cifrados: 100% de energías renovables en 2030 «en toda la cadena de aprovisionamiento», «eliminar el plástico de uso único en 2030″…
El compromiso no detalla cómo lograrlo puesto que «cada grupo tiene sus espeficidades», según Kering (Gucci, Yves Saint Laurent…) Está prevista una reunión en octubre «para entrar más en detalle sobre cómo trabajar conjuntamente» y definir las acciones prioritarias. Los grupos «rendirán cuentas anualmente».
¿Producir menos?
¿Qué pasará si las empresas incumplen sus compromisos? Según el ministerio francés de la Transición Ecológica, hay que apostar por «los influenciadores en las redes sociales, las ONG (…) que vigilan los desfases entre los discursos y los actos» para presionarles. «Los efectos sobre su reputación pueden ser muy violentos» si no actúan como dicen, agregó.
Otros puntos suscitan dudas de las ONG. Por ejemplo, reubicar la producción de ropa más cerca de los consumidores «no está en el orden del día», según Kering. Tampoco cuestionar el concepto de «fast fashion» y la multiplicación de colecciones, pese a su impacto evidente sobre el medioambiente.
«Entre 2000 y 2014, el consumo de ropa se duplicó en el mundo», según Pierre Cannet, de WWF Francia. La tendencia seguirá debido «al furor por la fast fashion» en Asia, según la aseguradora Coface, y por una explosión del uso de fibras sintéticas.
«Si se trata de vender cada vez más introduciendo energías renovables, (el pacto) no bastará», advierte Cannet. «Hay que rediseñar el modelo, reducir la producción, fabricar prendas utilizables durante más tiempo, que no emitan microplásticos cuando se lavan y que sean producidas de forma sostenible».
El texto menciona el reciclaje. Empresas como H&M lanzaron operaciones de este tipo, pero todavía hay obstáculos tecnológicos y económicos importantes para el retratamiento de los textiles y la proporción de tejidos reciclados sigue siendo ínfima.
En vez de depender de la buena voluntad de las empresas, son los Estados los que deben actuar, según Clément Sénéchal, de Greenpeace: «Hay que legislar para inducir a la reducción de consumo de ropa», defiende.