En el desorden de su taller de Salónica, en medio de botes de pintura y lienzos de colores, el artista-pintor y descubridor de talentos congoleño Richard Lusakumunu terminó su «metamorfosis», casi tres años después de obtener asilo en Grecia.
«El arte sirve de integración, de inclusión, para romper la soledad y vivir como todo el mundo», declara Richard, quien creó en 2018 el colectivo «Mazi» («Juntos» en griego).
Este grupo de 11 artistas refugiados y griegos ha expuesto varias veces y prepara su tercera muestra para el 14 de septiembre, esta vez con una treintena de participantes.
«El objetivo es hacerlos visibles, hacernos visibles, depende de nosotros ir hacia el mundo«,
explica el joven «almirante Lusaks», el apodo que le dieron los miembros del colectivo.
«No hablamos el mismo idioma, nos une la pintura», añade el pintor, que está aprendiendo griego.
«Talentos ocultos»
Con un pincel en su cabello encrespado ( porque le «inspira»), Richard, de 26 años, que llegó de la República Democrática del Congo (RDC) en mayo de 2017, lamenta que «los talentos permanezcan ocultos» entre los solicitantes de asilo.
Por eso, desde su llegada a Tesalónica en 2018, se ha ofrecido como voluntario en el campamento de Diavata para impartir clases de pintura y «descubrir talentos».
Jaamel Khan, un joven refugiado afgano que es miembro del colectivo «Mazi», «nunca había pintado antes, pero con la soledad de los campamentos, comenzó a garabatear y es un gran artista», exclama Lusaks, quien también canta góspel.
El antiguo ministerio de Cultura griego lo calificó de «ejemplo de integración».
«Lusaks», su nombre artístico, es también «una fuerza motora para ayudar a otros a integrarse, es su lado religioso», explicó el cónsul general de Francia, Philippe Ray.
«Terapia a través del arte»
En el campamento de Diavata, Richard muestra pacientemente a solicitantes de asilo de 10 a 20 años cómo dar la siguiente pincelada.
«Trato de sacar lo que ellas llevan dentro y liberar sus problemas en la pintura», explica. En definitiva una «terapia a través del arte».
«En los campamentos, te codeas con gente que quiere una vida mejor», dice. Algunos llegan con muchos diplomas «y la pintura es un medio de comunicación».
El joven espera montar, quizá en enero de 2022, una exposición que incluya «artistas de las islas» del Egeo. Porque en los campamentos más insalubres de «Samos y Lesbos, también hay muchos talentos».
Necesitará ayuda financiera pero por de pronto ya cuenta con el apoyo de la Agencia de la ONU para los Refugiados, la oenegé Naomi, la asociación Quick Response Team y el Instituto Francés.
«Había que huir»
A principios de 2017 tuvo que huir de Kinshasa debido a una exposición de pintura.
Hijo de un pintor gráfico, de quien heredó el deseo de enseñar, Richard pintó junto a él «desde los 17 años» y se graduó en la Academia de Bellas Artes de Kinshasa.
Richard, activista en la oposición, lanzó una exposición bautizada «Los rendimientos» que cuestionaba la falta de «futuro para los jóvenes» bajo el régimen del presidente Joseph Kabila, «de quien no se podía hablar mal».
«Había que huir», dice el exmigrante, un católico practicante que llegó por mar a la isla griega de Samos.
Hoy en Grecia -y espera que en el futuro en Francia- «trata de vivir» de su arte. Pero después de obtener el asilo en 2017 no tiene vivienda ni ayuda financiera. Y para pagar su pequeño apartamento tiene que trabajar como temporero en la industria hotelera.
«En todas nuestras creaciones, hay un punto común, una travesía, tratamos de hablar de nuestro pasado», concluye Richard.
Como este óleo sobre lienzo de tonos naranjas y verdes llamado «Metamorfosis», en el que la oruga se convierte en mariposa. Una obra que vendió.
O «Gamos» («matrimonio» en griego) en el que la novia se seca una lágrima porque «siempre necesitas a alguien a tu lado», dice el joven, soltero.
Pero también esta obra inacabada de una mujer negra tejiendo un planisferio: «La unidad, para que el mundo sea mejor».