Shaun Tierney vive con un agresivo cáncer de riñón desde hace 12 años, una duración inimaginable en el momento del diagnóstico, pero posible gracias a la investigación reconocida este año por el Premio Nobel de Medicina.
Los hijos de este ingeniero de 64 años acababan de dejar la casa familiar cuando «el suelo se derrumbó bajo sus pies», cuenta a la AFP Tierney, quien tiene un cáncer raro conocido como carcinoma de células renales.
Su caso ilustra claramente cómo el trabajo de investigación se traduce, en la vida real, en terapias utilizadas para tratar pacientes.
El Premio Nobel de Medicina 2019 fue otorgado en octubre a los estadounidenses William Kaelin y Gregg Semenza, y al británico Peter Ratcliffe, por sus descubrimientos, desde la década de 1990, sobre cómo las células del cuerpo se adaptan a los niveles variables de oxígeno. Las primeras aplicaciones terapéuticas de esas investigaciones surgieron a mediados de los años 2000.
En 2007, cuando Tierney supo que tenía cáncer, le dijeron que tenía una probabilidad de 3% a 5% de vivir cinco años.
Que no se cumplieran los malos pronósticos se debe a un tratamiento llamado Sutent (sunitinib), derivado directamente del trabajo de los investigadores, y que representa un nuevo tipo de medicamento diseñado para detener el crecimiento de los vasos sanguíneos que alimentan las células de los tumores.
Al principio, Kaelin no imaginó que su trabajo lo llevaría en esa dirección. Este jefe de laboratorio en el instituto oncológico Dana Farber en Boston, que también es profesor en la Facultad de Medicina de Harvard, estaba inicialmente interesado en raro síndrome hereditario: la enfermedad de Von Hippel-Lindau o VHL.
Esta enfermedad hace que sus víctimas desarrollen tumores que envían señales de socorro al cuerpo para decir «nos falta oxígeno». Una de estas señales es una proteína llamada VEGF. En respuesta, el cuerpo desarrolla más vasos sanguíneos para el cáncer. Eventualmente, el propio cuerpo alimenta la enfermedad.
Kaelin tuvo la idea de explotar este mecanismo, en el gen VHL, para «inhibir» o paralizar las proteínas que analizan el nivel de oxígeno y envían las señales de socorro. Sutent es uno de los siete medicamentos que tratan este tipo de cáncer.
«Período emocionante»
«Estamos en un momento emocionante», dice el oncólogo que trató a Tierney, Toni Choueiri, del instituto Dana Farber.
«No curamos a todos, ni mucho menos. Pero es una locura: la enfermedad fue una vez una sentencia de muerte, a los pacientes se les decía que prepararan su testamento, y ahora viven durante años».
Estos 12 años no han sido fáciles para Tierney, el paciente milagroso. El medicamento es tóxico y el tratamiento es «muy duro», dice.
Después de someterse a radioterapia, comenzó a tomar Sutent, por vía oral, a razón de 28 días de tratamiento y 14 días de descanso.
Pero la ferocidad de los efectos secundarios le hicieron cambiar la dosis. Desde hace cuatro años, son cinco días de tratamiento y nueve de descanso.
Muchos pacientes no han tenido esa oportunidad.
«La mayoría de los pacientes, pero no todos, se benefician», dice Kaelin.
«Pero incluso para aquellos que se benefician, eso solo dura unos pocos meses o años. Luego el cáncer vuelve», añade el investigador.
Se sospecha que la variabilidad depende de las mutaciones genéticas individuales de los pacientes, pero esto sigue siendo un misterio.
Los pacientes a menudo tienen que tomar otro tipo de tratamiento, una inmunoterapia, que se supone que estimula el sistema inmunitario para atacar las células cancerosas que de otro modo le resultarían invisibles.
Los logros son particularmente gratificantes para esa categoría especial de investigadores que también son médicos y tienen un pie tanto en laboratorios como en hospitales, en contacto con pacientes.
«Es sorprendente ver que he podido, con muchos, muchos, muchos otros trabajando en este campo, lograr avances y crear nuevas terapias para estos pacientes», dice Kaelin.
Tierney es consciente de su suerte.
«Mi vida prolongada me ha permitido ver a nuestros tres hijos casarse, formar familias, comprar casas y convertirse en adultos equilibrados», dice. «Mi objetivo número uno, hoy, de vivir mucho tiempo, es darles la mayor cantidad de recuerdos como sea posible a estos muchachos».