La Habana cierra sus murallas, en batalla final contra el coronavirus

El reloj marca las siete de la noche en La Habana y aunque el sol aún pasea sobre el malecón, los capitalinos están en sus casas, acatando un inédito toque de queda con el que Cuba espera contener un rebrote de covid-19.

Desde su balcón, Antonio Pupo sale a refrescarse un poco, en medio del potente calor caribeño. Observa como su calle queda vacía, conforme llega la hora del cierre.

  • Ante un repunte de casos en la capital, los habitantes deben guarecerse en casa de 7 de la noche a 5 de la mañana, por 15 días.

«Para mí las medidas están bien hechas, de alguna forma tenemos que parar esto (…) Hay que hacerlo a ver si esto mejora un poco«, dice este hombre de 40 años, trabajador de los correos estatales.

Murallas cerradas

Durante la colonia, las murallas de la capital cubana se cerraban a las 21H00, tras el disparo de un cañonazo desde lo alto de la fortaleza San Carlos de La Cabaña, para poner la ciudad a buen recaudo del asedio de piratas.

Hoy, La Habana, con 2.2 millones de habitantes, es el último reducto de covid-19, enfermedad diezmada en la mayor parte del país. En varias provincias incluso ya empezaron las clases escolares presenciales.

Para contener el rebrote en la capital, las autoridades dispusieron toque de queda y el cierre de sus límites hasta el 15 de septiembre, una medida jamás adoptada al menos durante los 60 años que lleva en el poder la revolución cubana.

Difícil para los habaneros

En este período solo entrarán o saldrán de la ciudad quienes justifiquen emergencias, además de vehículos de abastecimiento. Agentes de la policía patrullaban el martes sus calles a pie o en autos.

  • Por el día, el transporte público continuará limitado y los supermercados cerrarán más temprano de lo habitual. Es obligatorio el uso de mascarillas.

En un país donde el salario estatal promedio es de 40 dólares, habrá multas de hasta el equivalente a 125 dólares para quienes incumplan las normas.

«Nos estamos preparando para salir de esto. Voy corriendo a comprar mi pan porque a partir de las 7 de la noche no podemos estar en la calle«, dice minutos antes del cierre Míriam Lima, de 60 años, exbailarina del cabaret Tropicana.

La isla tiene sus fronteras cerradas desde marzo y busca controlar la pandemia para luego reactivar el turismo, un sector vital para su economía.

La Habana lleva más de 5 meses sin música en las esquinas y sin el aroma de fiesta. 

«Para nosotros ha sido algo fuerte, el cubano no está acostumbrado a estar en su casa, nosotros somos personas que a partir de una (determinada) hora de la noche empezamos la vida (…) Nos sentimos estresados, estamos acostumbrados a salir, a reírnos, abrazarnos«, agrega Míriam.

Las cifras del rebrote

Desde marzo hasta fines de julio Cuba mantuvo a raya al nuevo coronavirus, llevando la tasa de contagio a 0.6 por 100 mil habitantes, en una isla con una población de 11.2 millones. Hasta entonces los casos no superaban los 2,700, una posición favorable frente a sus vecinos.

Su estrategia de aislar preventivamente a los contactos de los contagiados y enviar a estudiantes de medicina a buscar posibles casos de puerta en puerta, daba resultado.

La isla inició un desconfinamiento gradual. Hasta que un rebrote en La Habana -relacionado con reuniones sociales, quebrantamiento de cuarentenas y falta de control en centros de trabajo- complicó la situación.

  • Solo durante agosto se acumularon más de 1,400 casos. Al cierre de este lunes Cuba totalizaba 4,065 infectados, 95 fallecidos y 3,395 recuperados.

«Lo que nos sucedió en abril nos está sucediendo en agosto. Una transmisión intensa, con un promedio de 52 casos por día«, dijo la semana pasada José Raúl de Armas Fernández, representante del Ministerio de Salud.

Pese a la situación de cuidado en la capital, las autoridades de salud no han reportado focos de contagio en los mercados, donde se forman largas filas al aire libre, en un país que atraviesa por problemas de abastecimiento.

«Queda pendiente el lío de las colas, pero hay que hacerlas porque hay que alimentarse», considera Antonio.

Para Orlando Suárez, de 55 años, un especialista en Epidemiología que ya está guarecido en casa, este toque de queda puede ser una ocasión para descansar.

«Si en estos 15 días no (lo conseguimos), seguimos por 15 días más. A ver si logramos amarrar a la epidemia», considera.

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