Enfoque por: Gonzalo Marroquín Godoy
Durante el año 2014 la prensa independiente –pero particularmente elPeriódico– empezó a publicar como notas de primera plana sobre la corrupción y enriquecimiento de los entonces gobernantes, Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti, pero fue en marzo de 2015 cuando llega el lago que rebalsó el vaso, el escándalo del lago de Amatitlán, que provoca el estallido de la indignación ciudadana.
Aun se recuerdan las concentraciones en la Plaza Central que principiaron en abril bajo el lema #RENUNCIA YA, hasta ser factor determinante para la caída de la administración del PP, denunciada hasta el cansancio por escándalos que, con el paso del tiempo se fueron confirmando y mostrando en su dimensión la podredumbre alcanzada.
La mayor fortaleza de aquel movimiento ciudadano fue también su mayor debilidad: surgió de manera espontánea, sin liderazgo o cabezas visibles, sin una agenda particular, simplemente en demanda de un cambio de la clase política, partiendo, por supuesto, de los gobernantes de turno. Sin embargo, al no tener un liderazgo ni una pauta clara sobre el tipo de cambios que se quería promover, se fue diluyendo y el proceso electoral que estaba en marcha –no se podía detener dentro del marco constitucional–, impidió que se concretaran cambios de fondo.
En medio de aquel ambiente, gana las elecciones Jimmy Morales, a quien el electorado ve más distante de las viejas prácticas. No se puede afirmar que esa votación masiva fue a favor del candidato por convicción, pero tampoco se puede poner en tela de duda su legitimidad. El 14 de enero debía ser la fecha para iniciar el cambio.
Pero no ha sido así. Guatemala si ha cambiado –eso lo escribí ya en otro Enfoque–, pero no lo suficiente y, lo peor de todo, pareciera que la señalada clase política, con todas sus mafias y lastres del pasado, aprovecha la coyuntura para hacer que el status quo se mantenga. Peligrosa situación.
El gobernante, llamado a promover cambios, a demostrar que se puede dejar atrás todas las viejas prácticas, parece incapaz de darle un giro significativo al timón de su administración. Bajo el pretexto de hacer solo lo que la ley me manda, Morales se ha alejado de los anhelos que se manifestaron en la Plaza. La forma en que nombró gobernantes y lo hizo con los magistrados a la CC, no es más que la muestra clara de que no está cerca de aquel sentir popular.
Si a eso se agregan una serie de nombramientos igualmente dudosos en la administración pública –muchos de ellos de ex militares–, surgen muchas dudas sobre el nivel de cambio que pueda esperarse en los próximos meses y años. Es posiblemente por eso que el llamado de la Plaza podría volver en cualquier momento.
En el Congreso, la clase política libra su mejor batalla por permanecer y hacer que se perciba como cambio lo que no está cambiando. Se han aprobado algunas leyes, se discute la Ley Electoral y de Partidos Políticos, pero no se hace más que darle seguimiento al proyecto que apresuradamente les envió el año pasado el TSE. Y dicen que lo hacen como respuesta al clamor popular.
Lo que saben los políticos es que en río revuelto, ganancia de pescadores, y en este caso, ellos son expertos en enturbiar cualquier agua, con tal de ser los únicos que pescan con engaño. Son tan hábiles, que han desviado toda la atención sobre las reformas políticas hacia un tema exclusivo, el de la paridad de género, mientras se ignora la discusión sobre la falta de democratización de los partidos, la forma en que se manejará el financiamiento y la publicidad electoral, la fiscalización de los financiamientos, y hasta la necesidad de cambiar la forma de elegir diputados, entre otros temas que no les conviene cambiar a los partidos.
Por supuesto que provocar cambios no es tarea sencilla. Cualquiera que haya dirigido empresas o proyectos importantes, sabe que es algo complicado y difícil, principalmente, por la resistencia al cambo, natural en muchas personas. En este caso, cuando hay intereses de por medio, es más difícil aun, porque prevalece el interés particular sobre el colectivo.
Durante los últimos gobiernos se hizo el balance de los 100 días. Crónica lo hace a las 50 días, con el objeto de destacar que no se ha iniciado un proceso de arranque enfocado en el cambio. Hemos visto un poco de más de lo mismo, cuando la Plaza pedía cambios sustanciales.
En lo personal, me pareció un desperdicio de parte de Jimmy Morales y su equipo todo el tiempo de transición, precisamente porque si se quería impactar había que acelerar las cosas y actuar de manera diferente. Ahora han pasado 50 días –que es poco tiempo en realidad–, pero lo que se ve es que sucede exactamente lo mismo que en la transición: no hay acciones determinantes, no hay políticas nuevas y no se puede decir que haya una nueva filosofía de hacer gobierno. Se desaprovechó la transición, se fueron los primeros 50 días. Veremos como estamos a los 100 días.
Frase: Si se sigue haciendo lo mismo, no hay que esperar que los cambios en el país se produzcan.