La galaxia antivacuna se lanzó a combatir el aún inexistente antígeno contra la covid-19 y divulga en internet toda clase de desinformación, desde que será puro veneno hasta que introducirá chips electrónicos en el organismo.
Como ejemplo el video «Plandemic», visto millones de veces en YouTube y otras plataformas desde mayo. Entre los numerosos datos falsos que expone, figura que «las vacunas mataron a millones de personas».
También destaca una lista de sustancias con nombres inquietantes (fenoxietanol, cloruro de potasio, etc), presentes en las vacunas en cantidades tóxicas, cosa que tampoco es cierta.
Estas publicaciones están acompañadas de miles de comentarios de internautas, muchos de los cuales aseguran que no piensan vacunarse contra la covid-19.
Aunque la retórica antivacunas no es nueva, la pandemia la ha vuelto más visible, explican especialistas interrogados por la AFP, a la vez que investigadores de todo el mundo trabajan a contrarreloj para hallar un antígeno.
«Cámara de resonancia»
Facebook, Twitter y YouTube, en particular, crearon una «cámara de resonancia» muy eficaz para la desinformación que promueven los antivacunas, explica Sylvain Delouvée, investigador en psicología social de la Universidad francesa de Rennes 2, que recuerda el consenso científico en favor de la vacunación.
Pese a que estas plataformas expresan su voluntad de limitar la viralidad de los contenidos antivacunas, estos proliferan y cobran una importancia desmesurada, según Delouvée.
Ligada al complotismo en general, «proteiforme y sin identidad claramente definida», esta galaxia en línea se alimenta de varios discursos que van más allá de los sesgos políticos, como la teoría del «Big Pharma», que sostiene que los grupos farmacéuticos forman una alianza secreta con fines financieros contra el bien común, subraya este investigador.
Algunas viejas historias falsas resurgen, como la que afirma que las vacunas contienen exactamente lo mismo que las inyecciones letales de los condenados a muerte, y otras reaparecen modificadas, con una referencia a la covid-19.
En realidad, es difícil saber «si los detractores de las vacunas son más activos debido a la pandemia o si son más visibles debido a la atención que se presta a la pandemia», subraya David Broniatowski, de la Universidad estadounidense George Washington.
«Los grupos antivacunas tienen tendencia a estar activos permanentemente, (la covid) solo los redinamizó», opina Amelia Jamison, de la Universidad de Maryland.
La crisis actual muestra además su capacidad de reciclar «muy rápidamente» la desinformación para adaptarla a la actualidad, prosigue.
Así, las teorías contra Bill Gates que le acusan de querer vacunar a la fuerza se renovaron y una de ellas, que asegura que el magnate pretende inyectar chips electrónicos junto con la vacuna contra la covid-19, registra un éxito espectacular.
«Un nuevo virus es un nuevo elemento que ingresará en su esquema narrativo (…) para hacerlo coincidir con su visión del mundo», explica Jamison. Para estos militantes ultradeterminados, la simple mención de una vacuna se ha convertido en «nos van a vacunar a la fuerza».
Jamison destaca además que con la covid-19 se dio una confluencia entre antivacunas, antimascarillas y anticonfinamiento, en nombre de la libertad individual contra las autoridades, una ideología muy presente en Estados Unidos.
Grupos pequeños
Y aunque se trata de «grupos pequeños» y no muy numerosos, son muy ruidosos, están muy bien rodados y manejan perfectamente «los instrumentos a su disposición» para «parecer más amplios y más unidos de lo que son» y «apuntar» de forma eficaz hacia quienes no tienen una opinión formada al respecto, agrega Jamison.
Un estudio de la revista Nature estimó que dada «la reciente explosión de las teorías antivacunas en internet», «el rechazo a la vacunación contra el SARS-CoV-2 (…) podría intensificar los brotes epidémicos, como fue el caso del sarampión en 2019».
El año pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó las «dudas» sobre las vacunas como una de las diez amenazas para la salud mundial.
Según una investigación de la fundación Wellcome Trust, en 2018, 7% de las personas interrogadas en 140 países creían que las vacunas no eran seguras, mientras que 11% no tenían una opinión al respecto.