LKeylor había dejado el refugio de la oración para volver al centro del altar futbolístico, entiéndase sin irreverencia. Courtois sigue entre la camilla de masaje y el papel couché, un portero confundido por la noche sin noche en el regreso a la ciudad donde nunca se hace de día. Con el paréntesis cedido a Luca, amor de padre, en la tarde que se apreciaba más indolora, Zidane empezó de nuevo su Madrid por la misma pieza. Lógico y justo. El problema es que en su ausencia han pasado muchas cosas. Una de ellas es el fichaje del mejor arquero del Mundial. La portería, pues, dará que hablar, por mucho que el técnico dijera que el año próximo no habrá jaleo. En sus manos está la alineación, no el debate. Cualquier derrota del Madrid lo alienta.
En Mestalla, Keylor tuvo un error, al propiciar con un rechace blando una segunda jugada que acabó con el gol de Guedes, finísimo en la definición. Quizás el costarricense podría haber cubierto mejor ese palo, dada la posición de Sergio Ramos, pero una vez consumada la cadena de errores, lo suyo es ceder el mérito al rematador.
El gol desencajó un duelo dominado por el Madrid con la pelota, pero sin jerarquía alguna en las áreas, ni en la propia, ni en la ajena. El encuentro, en realidad, se parecía bastante a la temporada del equipo, lastrado por su escaso fuego y su vulnerabilidad. Más preocupante que el tanto fue la posterior sucesión de ocasiones con las que el Valencia, ya en su salsa y en una tendencia alcista, acongojó al Madrid mediante acciones de Gameiro, Kondogbia y Rodrigo. La diferencia es que se trataba del Madrid de Zidane, de sus intocables. El futuro no puede ser como el pasado, por inmediato que sea, pero eso ya lo sabe el entrenador.
A Modric le faltó mando y a Casemiro, contundencia, tanto en los medios como en el área, como demostró el segundo gol valencianista. La forma no acompaña la voluntad de Marcelo, no todavía. Asensio, pese a debilitar al oponente de su zona, Wass, con una tarjeta muy temprano, se diluyó y acabó sustituido. El balear no está para merodear sino para encarar, para ser valiente y decidir cosas por sí mismo. En su descargo sólo puede decirse que Benzema, más Isco, Bale y Mariano, cuando salieron, únicamente fueron capaces de sumar entre todos una oportunidad y un gol. El mal continúa, aunque se le ponga buena cara.