La decisión del presidente estadounidense Donald Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel no tendrá consecuencias diplomáticas a corto plazo pero podría provocar una nueva ola de violencia en la zona y más allá, advierten los analistas.
De Arabia Saudí a Irán, pasando por Turquía y la Unión Europea, muchos países e instituciones han protestado en las últimas horas por la decisión, dependiendo de las relaciones diplomáticas de cada uno de ellos con Washington.
Todas las reacciones tienen en común la preocupación de un golpe mortal al proceso de paz, que ya está agonizando, entre israelíes y palestinos, al que se suma el riesgo de una reacción en cadena a nivel local e incluso regional.
«Hay mucha cólera entre los palestinos, en el mundo árabe y Turquía, y numerosas amenazas», dice Yosi Alpher, consejero de Ehud Barak, el primer ministro israelí en las negociaciones de Camp David. «De todas maneras habrá enfrentamientos», asegura.
Donald Trump pareció intentar apaciguar las tensiones cuando dijo que reconocer como capital a Jerusalén —una ciudad santa para judíos, cristianos y musulmanes— no significa obligatoriamente tomar una posición sobre esta delicada cuestión, clave en el proceso de paz.
La potente milicia iraquí Nujaba, favorable a Irán, dijo que es «legítimo atacar a las fuerzas estadounidenses en Irak». Y Al Akhbar, un periódico considerado cercano al Hezbolá libanés, publicó una foto con una bandera estadounidense en llamas y el texto «¡Muerte a América!».
El movimiento islamista palestino Hamas consideró por su parte que Trump abre «las puertas del infierno» para los intereses estadounidenses en la región.
En Jerusalén se halla la Explanada de las Mezquitas, un símbolo nacional y religioso para los palestinos y tercer lugar santo del islam.
La Explanada, cuya gestión está en manos de Jordania, también es un lugar sagrado para los judíos, que lo llaman Monte del Templo, pero donde no tienen derecho a rezar. Sin embargo Israel controla los accesos al lugar, situado en el corazón de Jerusalén.
La decisión de Trump es una «declaración de guerra» contra el pueblo palestino y los lugares sagrados musulmanes y cristianos de Jerusalén, denunció Ismail Haniyeh, el jefe de Hamas, y pidió una «nueva intifada», un levantamiento popular palestino.
Sin embargo el analista palestino Ghasan Jatib considera improbable una nueva intifada.
«Creo que habrá una ola de protestas populares. No sé durante cuanto tiempo, depende de varios factores, incluida la reacción de Israel», indica.
La ola de violencia que empezó en octubre de 2015 ha disminuido considerablemente, aunque perduran los ataques esporádicos de palestinos aislados, muchas veces armados con cuchillos.
En julio las tensiones en la Explanada de las Mezquitas duraron dos semanas.
Israel ya ha dicho que está preparado para responder a una posible ola de violencia. «Jerusalén e Israel están en una región sensible en una época sensible. Estamos preparados para cualquier eventualidad», dijo el ministro de Defensa, Avigdor Lieberman.
Igual que otros dirigentes, Naser Qudwa, responsable del Fatah, el principal partido palestino, llamó a nuevas protestas. «Haremos todo lo posible para que la reacción sea pacífica, no armada», aunque «al final nadie puede comprobar lo que hace cada individuo en la calle».