Varias prácticas culturales, como la bachata dominicana, el alpinismo y el masaje tradicional tailandés aspiran a ser declaradas Patrimonio de la Humanidad durante una reunión de la Unesco que se celebrará la próxima semana en Colombia.
La decisión será tomada por un comité especial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, que se reunirá entre el 9 al 14 de diciembre en Bogotá, la primera capital latinoamericana en acoger esta cita anual.
El comité examinará un total de 41 solicitudes de inscripción a la lista representativa del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, en la que figuran ya varias expresiones artísticas o prácticas culturales contemporáneas, como el tango, el flamenco o la filosofía milenaria del yoga.
República Dominicana, que logró inscribir en 2016 al merengue como Patrimonio Universal, busca este año consagrar la bachata, un género que comenzó a emerger en ese país en el siglo XX y que ahora triunfa en todo el mundo con éxitos como «Bachata Rosa» de Juan Luis Guerra o «Propuesta Indecente» de Romeo Santos.
«Para nosotros sería un motivo de orgullo ser nombrados en esta lista. La bachata ahora mismo es la expresión más popular en República Dominicana y en gran parte de Latinoamérica», comentó el embajador dominicano ante la Unesco, José Antonio Rodríguez, contactado por la AFP.
Sus promotores, que han iniciado en las redes sociales una campaña que se llama «Sí a la bachata» para defender su candidatura, estiman que hace parte de «las manifestaciones artísticas autóctonas» de República Dominicana y que es un «elemento fuerte de cohesión social».
Si el resultado es positivo «estoy seguro que habrá una celebración a lo grande», anticipó Rodríguez.
Evitar dolores de cabeza
Las inscripciones en la lista de patrimonio son a menudo objeto de pugnas competitivas entre vecinos que reclaman la paternidad de tal o cual práctica cultural, colocando al organismo mundial en la incómoda situación de árbitro entre países miembros, extremo que la Unesco elude.
Francia, Italia y Suiza evitaron dolores de cabeza a los diplomáticos al proponer juntos la inscripción del alpinismo, una práctica que nació en el siglo XIV en los Alpes, y que va más allá de un simple deporte, ya que comprende un conjunto de técnicas y conocimientos.
México y España hicieron lo propio con la cerámica de Talavera, una tradición de origen musulmán, presente en ambos países, en la que se trabaja y pinta el barro a la mano.
«Existen prácticas comunes entre varios países y en la medida de lo posible alentamos a los países a trabajar juntos», señaló en rueda de prensa en París Tim Curtis, Secretario de la Convención de Patrimonio Cultural Inmaterial.
Masajes, desfiles y danzas
El famoso masaje tradicional tailandés, un arte milenario que se ha popularizado en las últimas décadas en todo el mundo, también buscará ingresar este año en la prestigiosa lista de la Unesco.
«La inscripción de este elemento podría tener un impacto positivo en la percepción de la práctica a todos los niveles, alentando a los locales a preservar sus conocimientos y a los jóvenes a aprender la práctica y a continuar la tradición», aseguran sus promotores.
Bolivia defenderá la candidatura del desfile folclórico del Señor del Gran Poder, también conocida como la Fiesta Mayor de los Andes, que corresponde a la celebración católica de la Santísima Trinidad.
Este desfile es la expresión de la riqueza folclórica boliviana expresada en una amplia diversidad de danzas, donde destaca la morenada, que evoca el sufrimiento de los esclavos negros en las minas durante la época colonial.
Perú probará suerte con la danza El Hatajo de Negritos y de Pallitas, de la costa surcentral peruana, y Brasil con su popular fiesta Bumba-meu-boi, que se celebra anualmente en las regiones del norte y del nordeste del gigante sudamericano.
La Unesco recibe anualmente cientos de pedidos de los 178 Estados que ratificaron la convención, pero acepta considerar poco menos de 50. Sus expertos presentan recomendaciones favorables o desfavorables a un comité integrado por 24 países, que toma la decisión final.
Si bien el ingreso en esta lista les da un sello distintivo, la declaratoria es sólo la parte más visible del proceso, cuyo objetivo final es la protección de la diversidad cultural frente a la creciente globalización.