La bachata dominicana es declarada Patrimonio de la Humanidad

La bachata dominicana superó la discriminación y el silencio impuesto por décadas de dictadura. Con letras que se pasean entre el romance y el desamor, se consagró este miércoles como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en la reunión de la Unesco en Bogotá.

Es una «música muy ligada a la alegría no solamente de un pueblo como el dominicano sino de toda una región que así lo ha asimilado con su apoyo», dijo el delegado de República Dominicana tras el anuncio del comité de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) que toma esta decisión.

La declaratoria se dio luego de un álgido debate entre los delegados, varios de los cuales no consideraron que el ritmo musical cumpliera con algunos criterios para ser Patrimonio de la Humanidad. 

Algunos cuestionaron que alrededor del género no hay suficiente participación de la comunidad y alertaron de su «sobrecomercialización».

La bachata acompaña así en el prestigioso listado a su hermano, el universal merengue, presente desde 2016.

Durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961), la bachata «era reprimida y estaba relegada a los estratos más bajos. Mientras que con la muerte de Trujillo, su popularidad se acrecentó y comenzó a escucharse abiertamente en diferentes entornos públicos», dijo a la AFP Xiomarita Pérez, consultora folclórica y especialista en bailes.

La bachata «antes era repudiada por la clase alta, pero (…) cuando la persona de servicio (doméstico) tenía su radio en la cocina, ellos la escuchaban aunque no bailaban», añadió.

En cuanto a sus letras, «puede ser comparada con el Jibarito de Lares de Puerto Rico, la ranchera de México, el Típico de Panamá y el vallenato de Colombia, pero en el aspecto danzario es totalmente diferente, siendo única en su estilo», detalló.

La bachata es un ritmo que evoca la sensualidad en el baile, logrando su particular cadencia con instrumentos de percusión y cuerdas.

Destacan la guitarra, la güira (una especie de tubo metálico hueco que se frota con un pequeño peine), el bongó (tambores) y el bajo.

Evolución

El barítono José Manuel Calderón -nacido en 1941- es considerado uno de los precursores de la bachata y grabó sus dos primeros temas, «Borracho de amor» y «Condena» en 1962, tras la muerte del dictador.

Se le conoce como «Rey de la bachata» por las letras de sus canciones y su inigualable voz. Entre sus éxitos se encuentran «Luna» y «Sálvame».

Rafael Encarnación, muerto en un accidente de tránsito en 1964, con apenas 20 años, también es reconocido como otro de los pioneros. «Muero contigo» y «Pena de hombre» se contaron entre sus éxitos.

Pérez explicó que fue hacia finales de los años 1980 cuando se reconoció la «alta calidad musical y rítmica» de la bachata, logrando traspasar las fronteras de la isla caribeña de unos 10 millones de habitantes.

La expansión del género es mérito de artistas como Juan Luis Guerra, quien ha puesto a millones a tararear canciones como «Burbujas de amor», «Estrellitas y duendes» y «Bachata rosa».

«Juan Luis Guerra la internacionaliza, comercializándola, y eso fue un boom», agregó Pérez, refiriéndose al artista dominicano con unos 70 millones de discos vendidos y ganador de numerosos premios, entre ellos 21 Grammy Latinos.

La bachata ha evolucionado, adaptándose a las nuevas generaciones.

Ahora, muchos cantantes y compositores la «recrean con un sonido más rápido, lo que cambia la forma de bailarse; mientras artistas como Romeo Santos, Prince Royce y otros cantan bachatas más suaves y sensuales, que pueden llegar a compararse con el género africano Kisonga», remarcó Pérez.

Las mujeres también se apoderan del género. Muestra de ello es el trabajo de Leslie Grace, de padres dominicanos y nacida en Estados Unidos. La influencia del género puede apreciarse, por ejemplo, en su tema «Cómo duele el silencio».

«Si la bachata no hubiese cambiado se queda ahí, el pueblo la cambia porque está latente y tiene dinamismo. Todavía sigue viva», afirmó Pérez.

La Unesco recibe anualmente cientos de candidaturas de los 178 Estados que ratificaron la convención, pero acepta considerar poco menos de 50.

Si bien el ingreso en esta lista les da un sello distintivo, la declaratoria es solo la parte más visible del proceso, cuyo objetivo final es la protección de la diversidad cultural frente a la creciente globalización.

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