El 6 de marzo de 1983: primera visita de un papa al país
Era el decimoséptimo viaje de Juan Pablo II. El destino: la conflictiva región centroamericana, agobiada por pugnas bélicas a principio de la década de los 80. Su llegada a Guatemala estuvo rodeada por la controversia que provoca el general Efraín Ríos Montt, quien ordena un fusilamiento a pocas horas de la visita papal. El pontífice no cambió su agenda ni discursos.
Redacción de Crónica Cultura
Transcurría marzo de 1983. Guatemala estaba agitada: un gobierno de facto encabezado por el general Efraín Ríos Montt libra una fuerte lucha contrainsurgente. Se han creado los Tribunales de Fuero Especial, que emiten sentencias de muerte sin respetar el debido proceso. Hay denuncias de violaciones a los derechos humanos y, en medio de ese escenario convulso, se anuncia la visita del papa Juan Pablo II.
El 2 de marzo de ese año, el pontífice comienza una gira que lo llevará a Portugal y luego al entonces llamado volcán centroamericano –por los conflictos armados en la región–. Al inicio de su periplo por Ecuador, Centroamérica y Haití, el Vaticano envía oficialmente la petición del papa solicitando el indulto de Ríos Montt a seis condenados a muerte acusados de violaciones y otros delitos, procesados de manera sumaria por los controversiales tribunales anónimos.
No hubo respuesta por los canales diplomáticos, pero dos días antes de su llegada a Guatemala, Ríos Montt ordena que se cumpla con la ejecución, y se teme de inmediato que se cancele la visita papal. Los condenados fueron fusilados por la madrugada en el Cementerio General.
Juan Pablo II, desde Costa Rica, envía un telegrama al presidente de la Conferencia Episcopal de Guatemala y en ese entonces obispo de San Marcos, monseñor Próspero Penados del Barrio, a quien le ratifica su intención de llegar al país y continuar con la agenda prevista:
Mientras me preparo a encontrar al querido pueblo de Guatemala en esta visita pastoral que quiere ayudar también a crear un clima de pacificación de los espíritus, no puedo menos que pensar con inmensa pena en las recientes ejecuciones capitales llevadas a cabo en esa nación y de invocar la misericordia divina sobre todos los difuntos de ese país y de América Central, en particular sobre cuantos han sufrido una muerte violenta.
Se supo tiempo después que el entonces nuncio apostólico en Guatemala, monseñor Oriano Quilici, se indignó al saber que se habían realizado las ejecuciones a pesar del pedido del papa. Quilici, horas antes de los fusilamientos, había pedido una audiencia con Ríos Montt. Sin embargo, nunca le respondieron siquiera a su solicitud, por lo que no se pudo ejercer más presión para que el gobernante de facto cambiara de postura.
En medio de esta enorme tensión diplomático-religiosa se concreta la primera visita de Juan Pablo II a Guatemala. Muchos pensaban también que el presidente guatemalteco, líder de la Iglesia evangélica, podría hacer un desaire al representante de la Iglesia católica, lo cual finalmente no sucedió en los dos encuentros que tuvieron como mandatarios –el papa también es jefe de Estado del Vaticano–.
El primer viaje de este pontífice al país –luego vendría en otras dos ocasiones– provocó el desborde del pueblo católico desde el domingo 6 de marzo, cuando besó tierra guatemalteca, y en cada uno de sus encuentros. Durante todos sus recorridos, Juan Pablo, el Papa Amigo, encontró coloridas alfombras de aserrín y flores, y un pueblo que clamaba y repetía: Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo.
Momentos culminantes
El lunes 7, en el Campo Marte, en la zona 5 capitalina, se efectuó una misa al aire libre, la más concurrida en la historia de esta nación. Las estimaciones son que más de un millón de fieles se congregaron para ese magno evento, en el que el pontífice dijo que su deseo era estar cerca de vosotros y elevar nuestra voz de condena cuando se viole vuestra dignidad de seres humanos e hijos de Dios. La Iglesia quiere acompañaros pacíficamente como lo exige el Evangelio, pero con decisión y energía, en el logro del reconocimiento y promoción de vuestros derechos como personas.
En esa misma celebración, Juan Pablo coronó a la Virgen de la Asunción, patrona de la capital, y pidió a los católicos venerar a nuestra madre. Además, en esa ocasión especial manifestó: Sé que vosotros amáis a la Virgen y la invocáis. A ella le suplico que os proteja. Ella ampare vuestros hogares, os acompañe en el trabajo, en las penas y en las alegrías, en la vida y en la muerte, y sea siempre vuestra Madre muy amada.
El desborde de fe que se dio en esa actividad fue evidente. De regreso al lugar donde durmió, en la Nunciatura, zona 9, el pontífice pudo escuchar constantes cantos que grupos juveniles entonaban en su honor hasta horas de la madrugada. Se recuerda con cariño la manera en que salió a conversar con algunos de ellos desde la pared que circula la propiedad.
Con los indígenas
Una de las actividades más trascendentales del primer viaje papal fue su breve estadía en Quetzaltenango. Al igual que en la capital, realizó una misa al aire libre en los llanos de Olintepeque, donde coronó a la Virgen del Rosario de ese departamento.
Aprovechó su visita en el occidente guatemalteco para tener un encuentro especial con los indígenas, a quienes les dio un mensaje claro de respaldo de la Iglesia católica a los diferentes grupos étnicos del país y el mundo.
La Iglesia no solo respeta y evangeliza los pueblos y culturas, sino que ha sido defensora de los auténticos valores culturales de cada grupo étnico.
(…) La Iglesia conoce, querido hijos, la marginación que sufrís; las injusticias que soportáis; las serias dificultades que tenéis para defender vuestras tierras y vuestros derechos; la frecuente falta de respeto hacia vuestras costumbres y tradiciones (…). Ruego con encarecimiento que no se os dificulte la libre práctica de vuestra fe cristiana; que nadie pretenda confundir nunca más la auténtica evangelización con subversión, y que los ministros del culto puedan ejercer su misión con seguridad y sin trabas.
Destacó como valores de los grupos étnicos la piedad, la laboriosidad, el amor a sus hogar y familia, la solidaridad y el apostolado.
A pesar de haberse iniciado el viaje en medio de inquietudes y tensiones por el fusilamiento de los condenados a muerte y el rechazo de la solicitud de indulto, el periplo del papa concluyó como estaba planificado.
Juan Pablo II volvió en dos ocasiones a Guatemala: la primera, el 5 de febrero de 1996, cuando visitó Esquipulas, para clausurar el jubileo de los 400 años de veneración del Cristo Negro; la segunda, el 29 de julio de 2002, en la más breve de sus estadías –27 horas–, pero con la nota destacada de haber canonizado en una misa especial al Santo Hermano Pedro de San José de Betancur.
En su primer arribo a tierras guatemaltecas, el sumo pontífice fue recibido por el militar golpista Efraín Ríos Montt.
El próximo 6 de marzo se cumplen 33 años de la visita a Guatemala de Juan Pablo II.