La rudeza de sus tatuajes contrasta con la sutiliza de Jason usando la máquina de coser, con la cual él y otros jóvenes presos en el país confeccionan mascarillas para enfrentar al nuevo coronavirus.
El muchacho de cabeza rapada hasta hace unos días no podía utilizar la herramienta de costura y ahora da las puntadas finales a las mascarillas que serán entregadas a funcionarios de gobierno que atienden la pandemia de la COVID-19.
«Si alguna vez yo le hice daño a Guatemala, pues ahora quisiera enmendar mis errores» apoyando en la emergencia, dice Jason a la AFP en el pequeño taller habilitado en un salón del Centro Juvenil de Privación de Libertad para Varones II, en el sur de Ciudad de Guatemala.
El centro resguarda a más de un centenar de adolescentes, entre ellos miembros de pandillas sindicados de asesinatos, extorsiones, tráfico de armas y drogas.
Las correccionales guatemaltecas han sido tradicionalmente escenario de violentos motines que han dejado muertos y heridos entre internos y guardias, algunos ocasiones por rivalidad entre pandillas o inconformidad por restricciones.
Pero esas escenas distan mucho del trabajo actual de Jason y sus compañeros de encierro, que van y vienen, unos cortando materiales y otros concentrados en las máquinas de costura ante la mirada de los guardias, conocidos como «monitores».
La meta es terminar 5,000 mascarillas en dos semanas, para lo que se espera incluir a los otros cuatro correccionales a cargo de la estatal Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia (SBS).
Francisco Molina, titular de la SBS, explica que la idea surgió ante la creciente demanda de mascarillas por la pandemia del coronavirus, que en Guatemala suma 36 casos, incluyendo un muerto.
«Si en el pasado [los muchachos] se pudieron haber equivocado o pudieron haber hecho algún tipo de daño, hoy esas manos están generando vida. Estas mascarillas en esta crisis representan vida y eso es lo que hoy estos jóvenes le están dando a Guatemala», indica Molina.
Al proyecto se sumó la factoría del Ejército que asesora a una veintena de jóvenes presos que participan de forma voluntaria.
Médicos militares además certificaron los materiales para que las máscaras sean funcionales para prevenir el contagio.
Brindar una mano
«Si nosotros podemos brindar una mano es de hacerlo», agrega otro de los adolescentes que se identificó como Josué, en esta pequeña fábrica textil de paredes blancas y franjas celestes.
Vestido con una camiseta blanca, Josué señala estar preocupado por su familia ante la expansión del virus y aconseja al resto de la población a cumplir el toque de queda parcial ordenado por el presidente Alejandro Giammattei para contener la pandemia.
Guatemala impuso toque de queda las 16H00 y 04H00 por esta semana, y ha cerrado aeropuertos y fronteras a extranjeros. También prohibió la circulación de transporte público y suspendió las clases en escuelas, colegios y universidades.
«Todo esto lo estamos haciendo por una causa: para que se deje de transmitir el virus», afirma Bryan, sentado frente a una máquina de coser, quien al igual que el resto de sus compañeros está protegido con tapabocas.
Las mascarillas también llevarán mensajes de aliento que serán estampados en una serigrafía que funciona en el centro, parte del programa de reinserción de presos.
«Aparte de que estoy aportando a Guatemala, me estoy ayudando yo mismo para salir adelante y no pensar en cosas ilícitas», comenta Jason, quien al salir del correccional en un año espera emprender un negocio textil con el conocimiento adquirido en las máquinas de costura.