José Alfredo Calderón E.*
Este recién pasado miércoles 26 de julio, se cumplieron 60 años del asesinato de Carlos Alberto Castillo Armas, lo cual se recuerda más por el hecho de haber sucedido en el ejercicio del cargo de Presidente, que por efemérides o laureles algunos, a menos que el triste papel de prestarse a una invasión extranjera siendo oficial del ejército “nacional”, se tome como algo digno de resaltar.
Su historial golpista es la constante en este personaje: primero intentó botar a Juan José Arévalo, quien lo había nombrado como director de la Escuela Politécnica, único cargo de alguna relevancia en su hoja de vida. Luego atentó contra el segundo gobierno democrático de la revolución (Arbenz Guzmán). Posteriormente, prometió un gobierno transitorio y efímero para dar paso a elecciones libres pero se entronizó en el poder mediante un plebiscito espurio y la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente a su medida. Engañaba así –una vez más– a varios candidatos a los que había logrado neutralizar.[1] Solo estuvo la mitad del período, pues justo tres años después, es asesinado en la Casa Presidencial en un oscuro y burdo incidente, del cual todavía pululan una serie de teorías conspirativas y otras, un tanto más cimarronas y silvestres.
Hasta 1943, año que se casa con la maestra Odilia Palomo, resultaba un perfecto desconocido, pero una breve y oportuna intervención en el derrocamiento de Federico Ponce Vaides en octubre de 1944, le permite salir del anonimato y ser ascendido a teniente coronel en 1947 y luego asumir la dirección de la Escuela Politécnica. En 1950, intenta tomar por asalto la Base Aérea La Aurora junto a 70 civiles sin ninguna instrucción militar y el intento de asonada es reducido inmediatamente. En el recuento de bajas de los golpistas, lo encuentran escondido detrás de unos arbustos, con algunas heridas. Nadie hasta ese momento, se había percatado de quien era a no ser porque un familiar lo reconoce en el hospital y delata su nombre. A raíz de este suceso es encarcelado pero logra huir y asilarse en la embajada de Colombia.
Por mucho, las autoridades estadounidenses preferían a otros personajes para encabezar la intervención de 1954, pero los temores por la independencia personal que pudieran expresar esos otros candidatos, los hace decidirse por este militar de carrera más que discreta y deslealtad a toda prueba.
La invasión a Guatemala fue solo el corolario de una consumación previa que se da con el Pacto de San Salvador, en donde el embajador norteamericano en Guatemala (John Peurifoy), el Jefe del Departamento de Estado de los Estados Unidos (John Foster Dulles[2]) y el hermano de éste, Allen Dulles, Director de la CIA, se reúnen y alcanzan varios acuerdos. Castillo Armas “encabezará” la rebelión[3] pero el gabinete de gobierno ya estaba elegido, al igual que la Junta Provisional de Gobierno formada por: Élfego Monzón, José Luis Cruz Salazar, Mauricio Dubois y Enrique Trinidad Oliva.[4]
Las ironías siempre lo persiguieron, lo cual logró darle un poco de menor palidez a su historia de vida:
- Nace en la Democracia, Escuintla, quien siempre se distinguió por urdir planes golpistas contra la democracia.
- “Lidera” un “ejército”[5] liberacionista que es derrotado varias veces por destacamentos pequeños de soldados, y que luego es humillado por los dignos e imberbes[6] cadetes de la Escuela Politécnica el 2 de agosto de 1954.
- Legitima al gobierno que derroca por “comunista”, pues continúa los principales proyectos de Arbenz Guzmán[7], que eran precisamente para el desarrollo capitalista del país:
- La construcción de la carretera al Atlántico: planificada para competir con el monopolio ferroviario de la International Railways of Central America –IRCA– (subsidiaria de la UFCO).
- La construcción del puerto Santo Tomás de Castilla: planificado para competir con el monopolio de Puerto Barrios, también de la UFCO.
- La planificación de la hidroeléctrica Jurún Marinalá: planificada para competir contra la Empresa Eléctrica de ese entonces, que también era de capital norteamericano.
- Pero las siglas de sus nombres y apellidos le marcarían su peor ironía, pues el ingenio chapín brotó el día del magnicidio: “Muchá, mataron a CACA”.
* Historiador y analista político
[1] Engañó y neutralizó sobre todo, a quien luego sería presidente de la República: Miguel Ydigoras Fuentes.
[2] Es importante señalar que este personaje era también abogado y accionista de la United Fruit Company –UFCO–
[3] La llamada “rebelión” fue una serie de escaramuzas en el oriente del país, en las que siempre perdieron. El encabezamiento por parte de Castillo Armas es efímero, pues se reduce a unas 3 semanas. Su llegada a la presidencia se debe a una acción dictatorial que le permite hacerse del poder en forma por demás ilegítima.
[4] Una de las intrigas palaciegas vinculan a Oliva en el magnicidio por situaciones totalmente ajenas a la trama miliar y política.
[5] En realidad, el llamado “ejército de liberación” no es más que una hueste formada por unos 200 mercenarios que se disfrazaban de campesinos.
[6] Estos cadetes eran casi niños que rondaban los 14, 15 y 16 años.
[7] El único proyecto que se anula es el decreto 900, Ley de la Reforma Agraria.