José Alfredo Calderón Enriquez
Historiador y analista político
En días recientes, los ya predecibles “padres de la patria” se recetaron una medida que muchos ven como un abuso basado en el aprovechamiento económico, pero que en realidad, encaja en toda una estrategia perversa en un contexto histórico concreto que se debe destacar para no caer en el tradicional enfoque de “ver el árbol pero perdiendo de vista el bosque”. Veamos pues, por qué se trata de algo más que enriquecimiento ilícito (si le llamamos a las cosas por su nombre).
La previa
- Primero se dan los señalamientos de la Contraloría General de Cuentas contra la gestión de Mario Taracena, personaje al que le tocó interpretar el papel de “bueno”[1] en 2015 y 2016, pero que en 2017 por desgaste y haber perdido la presidencia del Congreso, resulta que su actuación –cuando mucho– dio para ser “menos bueno”.
- Hábilmente, Taracena reúne a los jefes de bloque y les recuerda (no convence), que el antro de la novena avenida no está formado por partidos políticos, disputas en torno a programas ideológicos o proyectos de nación, sino por un gremio asociado y, ahora, graníticamente unido en torno a sus intereses personales y pecuniarios. En el camino por supuesto, se matizó esta realidad bajo el manto de que el Organismo Legislativo es autónomo y posee su propia legislación; que el personal que contrata cada diputado está bajo la responsabilidad de cada uno y que cosas nimias como asistir a trabajar o marcar asistencia son detallitos intrascendentes que no deben distraer la noble y sagrada misión de los “representantes del pueblo”.
- Pero el argumento aglutinador de los asociados de la novena, fue que si bien consideraban afrenta el cuestionamiento sobre la contratación de “su” personal, ya pretender que devuelvan todo el dinero cobrado de más en concepto de bono 14 y aguinaldo, ya rayaba en un ataque a su dignidad parlamentaria, atentado contra el patrimonio familiar de los abnegados, una inquina contra los derechos laborales (solo de ellos por supuesto); y una afrenta al organismo que, por antonomasia, es el crisol de los intereses de la nación (pausa lectora para las risas).
La parafernalia
- Ahora bien, por qué tanto show para aprobar el Acuerdo 18-2017. Normalmente, cuando saben que una nueva aprobación causará escozor, acuden a un diputado desconocido y de pocas luces, ya sea para echarle el muerto si se necesita o para que el mismo salga diciendo que no sabía muy bien como estaba la cosa. Pero ahora no, el ponente es Estuardo Galdámez, de pocas luces eso sí, pero de generales, perfil y talante ya muy conocido y protagónico en la agenda perversa.
- Luego el simbolismo. El gesto de “unidad granítica gremial” de quitarse la corbata y los encendidos discursos de hermandad ante la “infamia”, cerrando con votación mayoritaria calificada para sellar el pacto. En otras ocasiones, la rapidez y poca estridencia ha sido la norma, pero ahora necesitaban mandar un mensaje…
El contexto y el mensaje
- Tácticamente, logran un beneficio económico nada malo, sientan un precedente (espurio pero al fin precedente) y desvanecen los reparos del ente fiscalizador del Estado.
- Estratégicamente, mandan un mensaje de unidad, autonomía y fuerza en un contexto que reúne: la elección del Procurador de los Derechos Humanos, la Dirección del INACIF, el nombramiento del representante ante la Junta Monetaria y el impase de las reformas constitucionales.
¡¡Que escuchen y sientan todos!! Especialmente la Embajada y la CICIG. El pulso sigue y con más fuerza, pero nuestro frente se amplió y hemos renovado fuerzas. El hambre y las ganas de comer se juntaron y los malos somos más, pareciera decir la clica de la novena. Total, el pueblo ignaro se mantiene entre la indiferencia, la evasión y el miedo, asistiendo mudo a su propio entierro democrático.
Para quienes siguen con la idea de depurar y no deconstruir, solo les recuerdo: “La tan ansiada depuración que soñó el difunto expresidente De León Carpio nunca ocurrió, y menos la autodepuración. El Legislativo siguió siendo un botín político a lo largo de dos décadas.”[2]
[1] Así como se fabrican “enemigos” y “malos”, también se diseñan “buenos”, sobre todo en un “país” donde los códigos de comunicación hablan de líderes y analistas por doquier.
[2] Prensa Libre. 26 de agosto de 2016.