(Segunda entrega de tres)
Desde el siglo pasado, la necedad es un insumo básico para ser político y llegar a ser presidente de este bello paisaje tropical. El “general e ingeniero”, además de necio, tenía los “conectes”, el otro insumo fundamental para ser “alguien” en la ex Capitanía General del Reino. En la primera entrega vimos cómo este personaje se fue “reponiendo” de una apabullante derrota en las elecciones de 1950, logrando la presidencia de la República[1] en 1958. Este retalteco nacido en el siglo antepasado (1895), ascendido a general en 1937, tuvo un palmarés público poco destacable. Fue gobernador de San Marcos y director de Caminos durante la dictadura Ubiquista[2]. Fue también agregado militar en Washington y París, así como embajador en Londres y Colombia.[3]
Fundador del Partido Reconciliación Democrática Nacional –REDENCIÓN– , asume con este vehículo electoral la presidencia de la República en 1958. Viejo lobo de la politiquería criolla, combina las bufonadas con los ofrecimientos de mano dura y algunos brotes de flexibilidad. Quizá por esto último, varios exiliados regresan al país, se reactiva la actividad sindical y, esperanzados, los guatemaltecos progresistas aprovechan los pocos espacios de participación ciudadana a pesar del corte marcadamente anticomunista del régimen. Por supuesto que la ilusión duró poco, el general histriónico apoyó a los sectores duros del empresariado (Industria y Agro) y más temprano que tarde fijó postura en contra de la Revolución Cubana, prestando el territorio nacional para el entrenamiento de mercenarios en la Finca Helvetia en Retalhuleu, propiedad de Roberto Alejos Arzú, su amigo y delfín político para las elecciones que ya no se realizaron. La molestia de diversos sectores y del propio ejército no se hizo esperar[4] (salvo los sectores ultraconservadores por supuesto).
Desde 1958, había surgido un movimiento estudiantil de Educación Media (o post primaria como se decía entonces): Frente Unificado del Estudiantado Guatemalteco Organizado –FUEGO–, el cual, junto a la AEU y demás asociaciones estudiantiles de la USAC, organizaciones sindicales y gremiales, colegios profesionales, intelectuales, académicos, el claustro de profesores universitarios y el poderoso Frente Unido del Magisterio Nacional –FUMN–, formaron un gran bloque ciudadano que sería fundamental en las Jornadas de Marzo y Abril de 1962, y que desde finales de los años cincuenta, ya manifestaban abierta y organizadamente contra los desmanes del gobierno Ydigorista.
Los actos de corrupción del gobernante[5], las malas decisiones administrativas y promesas incumplidas, la falta de pago puntual a empleados públicos (los burócratas pasaban meses sin cobrar), la crisis económica, el descontento en las filas del ejército por parte de la tropa y algunos oficiales por malos tratos y carencias logísticas, fueron creando un cóctel que derivó en el levantamiento militar del 13 de noviembre de 1960, el cual no tenía la connotación ideológica que posteriormente asumió.[6] Se calcula que un 30% de oficiales del ejército se alzaron, en un movimiento que debía liderar el coronel Carlos Paz Tejada[7], pero delaciones de algunos alertaron a las huestes oficiales y lograron sofocar el movimiento. Fue necesario que el general histriónico pidiera ayuda a la fuerza aérea norteamericana, pues la propia Fuerza Aérea Guatemalteca –FAG– se había negado a atacar a sus compañeros de armas, muchos de ellos, referentes estudiosos y valientes de la Escuela Politécnica.[8] Los cazabombarderos B-26 y C-46 estacionados en la flota aérea del cono sur en Panamá, acabaron el 17 de noviembre de 1960 con el alzamiento militar nacionalista y reformista. Varios oficiales fueron detenidos y encarcelados. Aproximadamente 70 militares lograrían escapar al exilio.
En la tercera entrega y final, concluiremos con el relato de uno de los tantos episodios que pudo cambiar la historia nacional.
José Alfredo Calderón E.
Historiador y Analista Político
Eterno soñador de un país diferente
[1] Por aspectos formales consignaremos “República”, aunque la formación Económica, Política y Social de Guatemala sea una mezcla abigarrada y caricaturesca de una verdadera República.
[2] Hay que acotar que la Dirección General de Caminos en esa época, operativizaba el trabajo forzado a la luz de la Ley contra la Vagancia y la Ley de Vialidad, sustitución normativa del Reglamento de Jornaleros de Justo Rufino Barrios que había sido derogado 3 días antes de estas nuevas leyes (7-5-1934).
[3] Cabe destacar que el puesto de agregado militar es un puente de plata que solía darse a militares venidos a menos, como el caso de Ydígoras al caer Ubico. Así mismo, conocida su fama de golpista y complotador, el Dr. Arévalo lo mandó a Londres y en cuanto a Colombia, Castillo Armas lo manda allí para alejarlo de la escena política y que “no molestara”.
[4] Todavía estaba fresca en la memoria, la vergonzosa actuación del ejército “nacional” durante la invasión de 1954.
[5] Salió a luz pública que hacía los “negocios” por medio de su hijo y su cuñado.
[6] Aunque luego se formó la primer guerrilla con el Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre (MR-13), el alzamiento militar de 1960 es nacionalista, anticorrupción, en contra de la violencia y de la crisis económica.
[7] De baja por su participación en la Revolución del ’44 y que se encontraba en la clandestinidad para evitar la captura del gobierno Ydigorista.
[8] Entre los insurrectos cabe mencionar (además de Paz Tejada) a: el mayor Rafael Sesam Pereira, el capitán Arturo Chur del Cid; teniente Marco Antonio Yon Sosa, el capitán Alejandro de León y los subtenientes Luis Augusto Turcios Lima y Luis Trejo Esquivel, posteriormente, comandantes guerrilleros.