José Alfredo Calderón: Después de la tempestad, sigue la tempestad…

José Alfredo Calderón E.

Historiador y observador social

Guatemala es de esos bellos parajes donde nunca dejan de pasar cosas, pero nuestra capacidad de asombro cada vez es menos perceptible. Los lapsos de aparente quietud se marcan con lo que llamamos una calma chicha[1], la cual, más temprano que tarde da paso a tempestades, que varían de intensidad y conocimiento público. Salvo para los observadores sociales y analistas políticos, gran parte de lo que sucede en el acontecer nacional ocurre a espaldas del escrutinio de las mayorías, quienes se mantienen más preocupadas de las circunstancias inmediatas de la sobrevivencia y el quehacer rutinario.

Es común que las personas le comenten a uno: “¿todo tranquilo verdad?’”, cuando en realidad una serie de dinámicas –lícitas e ilícitas– ocurren por doquier en la realidad política, social, económica y cultural de la Nación. De hecho, durante el largo puente que abarcó desde el sábado 28 de abril al martes 1 de mayo, surgieron rumores intensos de que se daría un golpe de Estado, tanto de quienes luchan contra la impunidad y la corrupción, como de aquellos que la defienden. Palabras más, palabras menos, los primeros, aducían que la alianza CICIG-MP quería botar al presidente y, por el otro lado, las fuerzas ciudadanas por el cambio, denunciaban un Plan para reiterar la intención presidencial para expulsar a Iván Velásquez, pero ahora peor, también querrían denunciar el Convenio que da vida a CICIG. En este proceso, la intención inicial era cambiar su naturaleza/propósitos y, si de plano no se podía, optar por la expulsión al conceptualizarlo –espuria y convenientemente– como un problema de Seguridad Nacional.

La desesperación es pésima consejera y una serie de reveses llevaron al Presidente y sus aliados a urdir un plan de lucha basado en manotazos, ante la carencia de cuadros estratégicos más allá de los militares sobrevivientes de la línea dura, que más que estrategia, se centran en burdas tácticas setenteras. La bocanada de oxígeno que significó el relacionamiento del caso de la familia Bitkov con aparentes maniobras rusas por medio de la CICIG (lunes 23 de abril), se les revirtió en la cara, pues una serie de evidencias demostraron que el Comité Helsinki, espacio donde se ventilaba ese posible relacionamiento, no solo no tiene vinculancia jurídica y política con decisiones del Congreso o el Senado norteamericano, sino que, además, tiene una autoridad limitada sin incidencia en temas de presupuesto o iniciativas de ley. Para terminarla de amolar –como dirían las abuelitas–, el gestor de todo este entuerto, el multimillonario judío William Browder, termina de desinflar el globo al indicar que no tiene ninguna evidencia que relacione a la CICIG con el gobierno ruso de Putín (base de la confabulación).

Pero antes de esto, el jueves 19 de abril de 2018, la opinión pública se sorprendió[2] cuando varios empresarios de la élite de las élites (G-8), pedían disculpas y le zafaban la alfombra al presidente Morales, a pesar de que meses antes le habían dado su apoyo en el Encuentro Nacional de Empresarios –ENADE–. Sólo pasó una semana y Edwin Escobar, presidente de la Asociación Nacional de Alcaldes Municipales –ANAM– también se desdice del apoyo que le habían dado el año anterior, después de la declaratoria del Non Grato para Iván Velásquez a finales de agosto de 2017.[3]

El gobierno de Morales no se reponía del impacto de su fracaso lobista y del abandono de sus principales apoyos, cuando la historia le propina un golpe, este sí, demoledor: el fallecimiento del caudillo del sector más conservador del país y que significaba el adalid a cargo de la banda de quienes querían fuera a la CICIG y volver a los privilegios antes de la Plaza 2015. Por su parte, el ejército, dividido y aturdido por las capturas de oficiales de alto rango, acusados de narcoactividad y otros delitos relacionados con el crimen organizado, dejó de ser el respaldo institucional armado para cualquier cruzada.

Ante la sólida campaña de denuncias en torno a las intenciones de dar un golpe de Estado técnico por parte del presidente (refrendado por el Congreso), el lapso de descanso transcurrió en el marco de esa calma chicha de la que ya hablamos y que solo presagiaba tempestades. A estas alturas, la mayoría de gente todavía se preguntaba si estaba pasando algo, como si la muestra de acontecimientos señalados no fuera prueba suficiente de la intensidad política que mueve a este paraje tropical, en forma desigual pero continua[4].

Volviendo del descanso laboral y con un primero de mayo rutinario y sin incidentes, el gobierno activa de nuevo su plan desestabilizador, priorizando a sus enemigos, pero también, dando muestra de la falta de tino para guardar las formas así como una desesperación de quien se sabe perdedor. Una manipulada marcha de vendedores de la Terminal, extorsionados con la amenaza de perder sus locales, culmina con un virulento discurso presidencial en el que arremete contra la institucionalidad legítima (MP-CICIG-PDH), pero particular y violentamente, contra el Procurador de los Derechos Humanos. El enemigo a vencer –primero– es un funcionario autónomo del Estado que, cumpliendo con su mandato, ha desbaratado las principales maniobras de quienes quieren la restauración de un régimen de impunidad que se resiste a morir. “Casualmente”, por la mañana de este miércoles 2 se presentó una querella contra dicho funcionario y por la tarde estaba prevista la entrega al Congreso de una petición de desaforo con cientos de firmas recaudadas para el efecto. Jueves 3 salen las huestes de Joviel Acevedo para hacer sintonía con los vendedores de la Terminal. La CC en la mira pero pendiente.

Ante la carencia de la figura dictatorial y unificadora, surgen nuevos gallitos de pelea, deseosos de ganar el favor unitario de los pocos que quedaron en el grupo de corruptos, impunes y ultra conservadores.

Esta obra ya tiene un final anticipado, pero en la desesperación, no les importa seguir causando un daño irreparable al país que todavía nos falta construir.


 

[1] Ampliamente explicada en mi columna digital del jueves 26 de octubre de 2017.

[2] Los observadores sociales y los analistas políticos no tanto porque ya se sabía de las declaraciones de Paulina Paiz y el acuerdo con CICIG.

[3] Por cierto que en esa oportunidad, el ahora finado Álvaro Arzú apareció en la foto respaldando el acto.

[4] Valga decir que esta institucionalidad y democracia de mentiras, solo funciona para unos cuántos. La inmensa mayoría de la población pasa ajena a su entorno, pues sus angustias socio-económicas por sobrevivir y mantenerse a salvo de la violencia, privilegia sus dinámicas de vida.

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